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Los dos núcleos de población que forman Valdeolmos-Alalpardo piden separarse

El Gobierno regional considera que aún no cumplen los requisitos para crear dos municipios

Oriol Güell

Valdeolmos y Alalpardo, dos pequeños núcleos de población con 274 y 2.100 habitantes, respectivamente, sitos al este de la región, quieren acabar con 150 años de convivencia en un mismo municipio. Desean volver a la situación que tenían entre los siglos XVI y XVII, cuando recibieron de Felipe II -en 1563, en el caso de Valdeolmos- y de Felipe IV -en 1651, Alalpardo- el título de villa. Después fueron obligados a unirse, por su escasa población, en 1845. El Ayuntamiento aprobó hace un año la propuesta de segregación, sobre la que ahora debe decidir el Gobierno regional.

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Valdeolmos y Alalpardo están situados a dos kilómetros de distancia y unidos por la calzada de una pequeña carretera local. Aunque entre los dos no suman ni 2.400 habitantes, el municipio lo tiene casi todo duplicado para evitar rencillas entre sus habitantes: dos campos de fútbol, dos iglesias, dos plazas de toros con gradas, dos consultorios locales, dos casas de cultura, dos cementerios...

El alcalde, Juan Ignacio Merino de Mesa (PP), admite que no le ha resultado fácil gobernar desde que, hace diez años, asumió el bastón municipal. "Los equipamientos e inversiones son cuestiones muy delicadas, que hay que tratar con exquisito cuidado para no herir susceptibilidades", explica. "Pese a ello, yo siempre he intentado gobernar con la máxima de que las inversiones se dirigieran adonde fueran necesarias", añade.

Crisis de gobierno

Hace poco más de un mes, los dos concejales independientes de Valdeolmos se negaron a aprobar los presupuestos porque éstos no preveían la construcción de una segunda sede municipal en su núcleo. De los nueve concejales del Ayuntamiento, cinco son del PP, dos del PSOE y los otros dos son independientes de Valdeolmos.

Esto ha provocado la ruptura del acuerdo de gobierno que los independientes mantenían con Merino de Mesa. El próximo viernes, en un pleno que se adivina tenso, el alcalde tiene previsto retirarles las áreas de poder que ejercen desde las últimas elecciones municipales.

Las diferencias entre Valdeolmos y Alalpardo son antiguas, y las dos partes parecen tener asumido que lo mejor que pueden hacer es separarse amistosamente. Hace un año, ocho de los nueve concejales del Ayuntamiento aprobaron el proyecto de segregación a iniciativa de los independientes.

"La segregación es la mejor opción para todos. Lo que pedimos al alcalde es que destine dinero para promover el expediente de segregación ante la Comunidad de Madrid, porque, si no, lo aprobado en el pleno quedará como una mera declaración de intenciones", señala el edil independiente José Valentín García Casado.

El proyecto está ya en manos de la Dirección General de Cooperación con la Administración Local, dependiente de la Consejería de Presidencia de la Comunidad. Ésta no parece muy favorable a la segregación; para autorizarla exige que los dos núcleos cumplan lo establecido por la ley: que los dos nuevos municipios tengan más de 1.000 habitantes, que dispongan de los mismos servicios y que estén separados por más de dos kilómetros. De todas formas, Presidencia no puede pronunciarse todavía sobre la segregación porque no ha recibido todos los documentos.

La igualdad de servicios parece el escollo menos difícil de superar. El de población es más complicado, ya que Valdeolmos sólo cuenta con 274 habitantes. Pero los nuevos desarrollos urbanísticos previstos en ambos núcleos, que elevarán en unos años la población hasta los 2.000 habitantes en Valdeolmos y los 4.000 en Alalpardo, podrían resolver este trámite, según el alcalde.

En lo que ni unos ni otros pueden hacer mucho es en la distancia que los separa, aunque, según dice Merino de Mesa, la distancia oficial de dos kilómetros varía unos metros arriba o abajo "según como se mida, si campo a través, por la carretera, de iglesia a iglesia o de otras formas".

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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