_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Abogados

Desde Perry Mason se vienen estilando los abogados y las abogadas como protagonistas de películas, series, noticias... y ahora hasta de anuncios. El profesional de la semana ha sido, sin duda, Vicente Ibor. Ya saben: el jefe de la oposición municipal en Paiporta (PP), que ha resultado a su vez defensor de algunos islamistas implicados en el 11-S y 11-M. Entre ellos estuvo aquel Alekema Lamari, supuesto coautor de la masacre de Madrid y después auto-volatilizado en la explosión del piso de Leganés. Concurren en esta ocasión varios despropósitos notables. Para empezar, y con los debidos respetos a la libertad para asumir o no los casos, ha fallado el sentido común. Porque los acusados tienen derecho a la defensa, pero la sensatez dicta que un letrado con cargo político no debería prestar sus servicios profesionales a quienes parecen estar involucrados en ese terrorismo al que su otro yo debe combatir con denuedo. Después resultó que, una vez destapado el pastel y casualmente durante la visita a Valencia del secretario general del PP, Ibor decidía abandonar esa defensa. Para colmo, y al mismo tiempo, Ángel Acebes, más chulo que un ocho y con tal de criticar al PSOE, cometía la magna mentecatez de comprometerse públicamente a llevar al letrado ante la comisión de investigación del 11-M para que lo contara todo, todo, todo... O sea, para que se botara las leyes y códigos que establecen que "el secreto profesional es un derecho y deber primordial de la abogacía".

Finalmente, destacar los numerosos anuncios que nos instan a poner un picapleitos en nuestras vidas con mensajes en verdad impresionantes: tu pagas una especie de iguala jurídica y no importa que no te saluden en el ascensor tras ganarle una querella a la comunidad; da lo mismo que te comuniquen de madrugada que tu hijo está en comisaría. Calma. El seguro jurídico se ocupa: por fin puedes meterte en abogados sin temor. Pero mejor será que te importe un bledo que el vecindario te odie. Y que te la traiga floja estar criando un delincuente juvenil. Pleitos tengas...

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_