_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Círculo vicioso

Para la dirección de un partido político es más fácil corregir lo que hace que lo que dice. Del discurso mediante el cual se dirige a los ciudadanos, mucho más que de su conducta, es de lo que pueda quedar prisionera de manera irreversible. Porque un cambio en la conducta se puede explicar, con más o menos dificultad, según los casos, pero se puede explicar de una manera entendible por los ciudadanos en general y por sus electores en particular. La dirección de un partido político no pierde su credibilidad porque corrija su conducta. Pero un discurso político a partir de un determinado momento no puede ser corregido, porque la rectificación no puede ser explicada de manera comprensible. La imagen del dirigente o del grupo dirigente de un partido, a partir de un determinado momento, queda tan marcada por el discurso que ha formulado, que carece de credibilidad si ensaya otro distinto. Corregir el discurso no lo puede hacer el dirigente o el grupo dirigente que lo ha formulado, sino que tiene que hacerlo otro dirigente u otro grupo dirigente distinto.

Ejemplos de lo que digo los hay en abundancia. Es una de las normas no escritas de la política en democracia, pero que, precisamente por no estar escrita, tiene más vigencia que la mayor parte de las que están codificadas. Julio Anguita quedó atrapado por su discurso de "las dos orillas" y el sorpasso, del que no podía apartarse ni un milímetro, a pesar de que era un discurso que no tenía nada que ver con lo que ocurría en la sociedad española. Mayor Oreja quedó preso de su discurso en la campaña electoral vasca de 2001 y se ha tenido que retirar de la escena política nacional, porque no puede decir con credibilidad nada distinto de lo que dijo entonces. Se puede cambiar lo que se hace, pero no lo que se ha dicho de manera continuada y consistente.

Me temo que esto le está ocurriendo o, mejor dicho, le ha ocurrido ya al presidente del Partido Popular a estas alturas de la legislatura. No ha conseguido imponer un discurso propio ante la ciudadanía, que está contemplando cómo el discurso político del partido es un discurso construido mirando al pasado, justificador hasta el más mínimo detalle de la política del anterior presidente del partido y del Gobierno. El Partido Popular no es que siga anclado en el discurso político de José María Aznar, sino que lo va haciendo progresivamente más suyo y en tonos cada vez más radicales. El vídeo presentado esta semana en la fundación FAES y la justificación que del mismo ha hecho Mariano Rajoy es una buena prueba de ello. Como lo es la catarata de insultos dirigida al Gobierno y a su presidente, a los que ha calificado de "dictatoriales", "grotescos" y practicantes de "un sectarismo de sonrisa boba", entre otras cosas, a pesar de reclamar que se haga oposición "con la cabeza" y no "desde las vísceras".

Me temo que el presidente del PP ha quedado marcado ya por el discurso político que se ha impuesto en este primer año de la legislatura como consecuencia del cierre de filas en torno a la gestión del Gobierno de José María Aznar en general y de su gestión entre el 11 y el 14 M en particular. La sombra del expresidente no solamente sigue proyectándose en el discurso mediante el que el partido se presenta ante los ciudadanos, sino que está obligando a Mariano Rajoy a hacerlo suyo. El único discurso entendible para la ciudadanía que ha articulado de manera consistente el Partido Popular sólo mira al pasado. No es un discurso del pasado, sino algo peor. Un discurso que descansa en un futurible, ¿qué habría pasado si el 11-M no hubiera existido?, es decir, en lo radicalmente imposible, en lo que pudo haber sido, pero no fue. El círculo vicioso en que ha caído el discurso del PP está a punto de atrapar de manera irreversible a su nuevo presidente.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_