Los jefes religiosos de Jerusalén se unen para impedir un desfile gay
Cristianos, musulmanes y judíos exigen respeto para la ciudad santa
Jerusalén ha sido históricamente centro de numerosos choques entre las tres religiones monoteístas. Las tres reivindican sus Lugares Santos en el kilómetro cuadrado más sagrado del mundo, situado en el casco antiguo de la ciudad. Por eso cabe calificar de milagrosa la alianza sellada por las máximas autoridades cristianas, musulmanas y judías, que se han unido en una cruzada contra los homosexuales y su intención de celebrar el próximo verano un festival internacional, el ya polémico Orgullo Mundial 2005.
La mecha que ha encendido las iras de la alta jerarquía de los tres cultos es la elección de esta ciudad como escenario de un colorido evento que durará 10 días y que tendrá como plato fuerte un masivo desfile con la asistencia de miles de visitantes de todo el mundo.
La idea de este festival partió de la organización Casa Abierta, de Jerusalén, que promueve la defensa de los derechos de los homosexuales y que ha conseguido lo que parecía imposible: armonía y concordia interreligiosa. En una misma mesa, firmando un mismo documento, expresando unas mismas ideas, se encontraban el patriarca latino, monseñor Michel Sabbah; los rabinos jefes de Israel, Yona Metzer (en nombre de la corriente ashkenazí) y Shlomo Amar (sefardí); el patriarca armenio, Aris Shirvanian, y el asistente del mufti (máxima autoridad islámica en Jerusalén), jeque Abed Salem Menasra. Viejos rivales que hoy se transforman en aliados ante un común enemigo: el desfile gay en Jerusalén.
"Este festival es un acto que no aprobamos, pero tiene un lado positivo y es que nos ha unido a todos aquí", afirmó el rabino Amar. Los dirigentes religiosos pidieron a las autoridades israelíes que aborten este evento, advirtiendo que la manifestación de los homosexuales "puede provocar desórdenes público e incluso un derramamiento de sangre".
"Que venga esta gente a Jerusalén es feo y sucio", protestaba el jeque Abdel Aziz Bukhari. Los representantes cristianos afirmaron que ellos respetan los derechos de los homosexuales, pero "los organizadores deben respetar también las sensibilidades de los creyentes". Israel tiene la costumbre de acoger el desfile del Orgullo Gay, que atrae cada año a más de 100.000 personas. Pero, hasta la fecha, siempre se hacía en la cosmopolita y moderna Tel Aviv, lejos de la santa y conflictiva Jerusalén. Algunas veces, es cierto que esta ciudad acogió pequeños actos de este tipo, pero no en las dimensiones que se espera en agosto. Para los guías religiosos, "es una blasfemia organizar este circo en la ciudad santa para todo el mundo. No vamos a permitir que manchen los Lugares Santos".
Pero más allá del festival y del desfile, las autoridades religiosas creen que "si permiten este acto, darán a entender que la homosexualidad es algo natural y normal. Y este mensaje es intolerable". Portavoces de los grupos de homosexuales y lesbianas en Israel han puesto el grito en el cielo ante "una ofensiva religiosa que demuestra que los rectores religiosos viven aún en el mundo de la intolerancia".
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