Qué tontería, la vida
Quién me hubiera dicho que los fascistas que me obligaban a escribir un artículo iban a ser los que, pasado medio siglo, me acusaran de fascista por haberlo escrito: o sus herederos. Y los del limbo, que ignoran que miasma es palabra escrita en tiempos de dictadura asesina, me mirarían con reprobación. ¿Y los estalinistas? Sus arrepentidos me llaman estalinista: y los otros. Se puede unir todo: fascista estalinista, o estalinofascista. Ah, sí, dije en este periódico: "Gracias Stalin". Tengo tres razones: por la ayuda a la República, por las brigadas internacionales, por la acogida a los niños españoles huidos de la guerra y del fascismo. Claro: gracias, Stalin. No lo digo en bonito verso, como algunos de los que me acusan solían hacerlo. Bueno, del otro artículo inmortal dejé una explicación en mi libro Hijo del siglo, y su capítulo se encuentra en mi bloc. Sólo un facineroso podría mezclar los dos en una sola: fascista comunista. Un hombre tan enamorado de la dictadura sanguinolenta que la ama con cualquiera de sus advocaciones, nombres y noches de largos cuchillos como lo soy yo no va a despreciar una de ellas para refocilarse en el sufrimiento ajeno. Malos tiempos. O risueños. Aceptación de que la vida puede ser tonta, o lo es. Ante ella no hay que justificarse. ¿O lo estoy haciendo, me estoy justificando por cómo se transmiten los desalmados unas acusaciones? Sólo quieren destruir a la persona de hoy, que algo les molesta. No me justifico: soy un rojo, acostumbrado unas veces al disfraz, otras a la clandestinidad, algunas a esta tranquila expresión: qué tontería, la vida, qué risa puede dar. A condición de poder seguir adelante.
(Ah, me llaman cobarde porque no contesté como harían ellos, de manera hedionda y salvaje, con historietas inventadas de campos y ladrillos, de tránsfugas y corruptos, a la rara heroína del exabrupto y mala usuaria de la palabra "liberal". Porque no probé su fascismo. Nunca acusé: utilicé una expresión de EE UU de hoy para unas ciertas acciones: cristofascistas. Y opiné que la ofensiva contra un médico de un hospital de Leganés por supuestas eutanasias, que no lo eran, era un acto cristofascista: la religión cristiana utilizada como represión sin pruebas, sin juicios. Cristofascista, claro).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.