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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Frutos Herranz, pionero del turismo en Torremolinos

Torremolinos (Málaga) lamenta la muerte del hostelero Frutos Herranz Sanz, cuyo restaurante Frutos está considerado entre los pioneros que contribuyeron al nacimiento y consolidación turística de la Costa del Sol, en las décadas de los años cincuenta y sesenta, hasta el punto de que este municipio del Mediterráneo plantea dar su nombre a una calle.

Frutos Herranz nació en Santa María la Real de Nieva (Segovia), en 1927, pero emigró a Madrid -la gran capital en la que residen más de 200.000 personas vinculadas a la provincia segoviana y que tiene más de 200 calles con nombres relacionados con ella-, donde se forjó en la profesión en la cafetería Puerto Rico, hasta 1955. Entonces decidió recalar en tierras malagueñas, primero como empleado del establecimiento, ubicado en la urbanización Los Álamos, y después, a partir de 1968, en calidad de propietario, tras adquirírselo a sus anteriores dueños y emprender una reforma del establecimiento, que se ha hecho famoso en España y en Europa.

En la carta, donde no faltaban los productos de temporada y pescados de la zona, siempre recordó sus orígenes, incluyendo platos como el típico cochinillo asado, en homenaje a la tierra de la que procedía, que nunca olvidaba. De hecho, el logotipo de su establecimiento era un cenachero o vendedor de pescado malagueño pasando bajo el acueducto de Segovia.

Tras su fallecimiento, el alcalde de Torremolinos, Pedro Fernández Montes, quiere proponer al próximo pleno municipal la apertura de una calle en memoria de Frutos Herranz, al que su Consistorio de adopción considera un ejemplo y modelo a seguir como empresario emprendedor, trabajador dedicado en cuerpo y alma a su negocio con una constancia, profesionalidad, y un saber ser y estar dignos de elogio, que permanentemente traducía en una esmerada atención a sus clientes, muchos de ellos ya amigos.

Para el Ayuntamiento de Torremolinos, el hostelero siempre saludaba a sus comensales de una forma mesurada, con las palabras exactas, el tiempo adecuado y en el momento oportuno, ofreciéndoles un exquisito servicio y una extraordinaria calidad en su cocina.

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