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Tribuna:DE LA POSGUERRA A LA TRANSICIÓN (I)
Tribuna
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La labor de Lo Rat Penat

Hace 25 años asistimos en la ciudad de Valencia -no en el resto del País Valenciano, conviene remarcarlo- a la explosión del llamado conflicto lingüístico. Un suceso que ningún valenciano nacido antes de la guerra, y que hubiese vivido los casi 40 años de régimen franquista, podía imaginar. En especial, aquellos que sintieron interés por el uso y cultivo de la lengua y prestaron atención al tratamiento que le daban instituciones y entidades, como Lo Rat Penat, el Ayuntamiento de Valencia, la Diputación o el Ateneo Mercantil. En modo alguno podían -podíamos- imaginar que llegaría un momento en que se negaría la unidad de la lengua y quienes defendiesen la misma serían -seríamos- acusados de "valencianos renegados". Aquel conflicto, que parecía superado, se ha provocado de nuevo, con una fiereza y agresividad desorbitadas en estos días. Esta serie de artículos-crónica pretenden dar a conocer, al lector interesado, todo un conjunto de hechos que ponen en evidencia la normalidad con que se desarrolló el cultivo del valenciano durante el franquismo gracias a la colaboración de destacadas personalidades y entidades de la sociedad valenciana.

Los cursos de valenciano se hicieron también en Madrid, donde Lo Rat tenía a Sanchis Zabalza

Acabada la guerra civil, se imponía recuperar el uso literario e impulsar el conocimiento de nuestra lengua. Y en estos menesteres ocuparon sus esfuerzos unos cuantos valencianos. A la labor editorial se dedicaron Miquel Adlert y Xavier Casp, fundando la Editorial Torre, a partir de finales de los cuarenta, cuya actuación a lo largo de muchos años contribuyó con eficacia a la promoción de nuevos escritores, los jóvenes que entonces nos iniciábamos en la literatura. Al mismo tiempo, Manuel González Martí, que más tarde fundará el Museo de Cerámica que lleva su nombre, había sido nombrado presidente de Lo Rat Penat a finales de 1948. Y llamó a formar parte de su Junta Directiva al poeta Carles Salvador, colocándole al frente de la Sección de Literatura y Filología con el encargo de organizar unos cursos de enseñanza del valenciano. Salvador se puso a la tarea y pronto, a mediados de 1949, comenzaron a impartirse los cursos en los locales de Lo Rat Penat, con la ayuda de Enric Valor, Soler i Godes, Josep Giner, Ferrer Pastor y mosén Sorribes, el párroco de Rocafort. Y con el respaldo económico de Adolf Pizcuela, valenciano ejemplar que ha querido pasar discretamente por la vida social y cultural valenciana. Los cursos tuvieron gran aceptación, y hubo que impartirlos, también, por correspondencia.

La decisión de González Martí, como presidente de Lo Rat Penat, de iniciar la enseñanza de la lengua en aquellos momentos, y la disposición a colaborar de Carles Salvador, supuso una actuación que bien podemos calificar de "patriótica". Ya imagino que visto desde hoy, pasado más de medio siglo, puede parecer un hecho de menor importancia. Sin embargo, para quienes vivimos aquellos años, la tenía. Y mucha. Más todavía si añadimos que estos cursos se organizaron, también, en Madrid, donde Lo Rat Penat tenía como delegado a Josep Joaquim Sanchis Zabalza, un ilustre e ilustrado valenciano que ejercía en la capital del Estado su profesión de Corredor de Comercio. Él mismo se encargó de organizar los cursos en los locales de la Casa de Valencia situada en la plaza de Santa Ana, frente al Teatro Español. Contaba para llevar a cabo la tarea con el apoyo económico de otro ilustre valenciano, Salvador Ferrandis Luna, marqués de Valverde. Y con la modesta colaboración de quien esto escribe. Me encontraba yo, en aquel momento, año 1950, estudiando en Madrid, en la facultad de Económicas de la vieja universidad de San Bernardo. Y Sanchis Zabalza y Ferrandis Luna me pidieron que colaborase con el primero, que era quien se iba a encargar de los cursos de valenciano, como una especie de "profesor adjunto". Cursos que se impartirían siguiendo los textos usados en Valencia por Lo Rat Penat: la Ortografía y, después, la Gramática de Carles Salvador. Los cursos de lengua en la Casa de Valencia despertaron el interés de unos cuantos valencianos de los que vivían en Madrid. Alrededor de 30. Entre ellos, por cierto, se encontraba quien, pasado el tiempo, llegaría a ser director general de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia, José Joaquín Viñals, y que entonces estaba al frente de la oficina que tenía la Caja valenciana en Madrid.

Pero la labor de Lo Rat Penat de entonces, no sólo prestaría atención a la lengua sino a otras parcelas de nuestra cultura. Por ejemplo, al teatro. Se trataba de elevar el nivel del teatro en valenciano estancado en el sainete. Del tradicional Escalante y de los actuales en aquel momento como Jesús Morante Borrás o Hernández Casajuana. Por poner dos ejemplos de autores de éxito. A ello contribuyó la creación del Teatre Estudi de Lo Rat Penat, bajo la dirección de Rafael Llorens i Romaní, siguiendo la moda de los teatros de "arte y ensayo". Se pusieron en escena obras traducidas al valenciano de autores extranjeros como Cocteau; se estrenó, en marzo de 1960, Els condemnats, de Baltasar Porcel, jovencísimo de 21 años; se representaron al aire libre, en la plaza de L'Almoina, en junio de 1959, los Misteris del Corpus de València, bajo la dirección de Josep Mª Morera; también mi pieza teatral L'home de l'aigua, en febrero de 1959, todas estas puestas en escena con decorados del pintor Michavila. Els condemnats y L'home de l'aigua se estrenaron en los locales de Lo Rat Penat y, posteriormente, en el Ateneo Mercantil.

Unos años antes, en ese afán de renovación del teatro en valenciano, Martí Domínguez había estrenado Les Malaenes en el desaparecido teatro Apolo. También en 1952, y en el teatro Alcázar, estrené mi comedia Tonar a voler, escrita en Madrid en colaboración con Rafael Duyos, e interpretada por José Codoñer y Emilia Clement, la mujer del famoso Pepe Alba. Posteriormente, Martí escribiría otra pieza teatral, No n'eren deu?, que Casp y Adlert publicarían en la colección L'Espiga de su Editorial Torre. Todo esto, tratando de dignificar el teatro y la lengua. Cuya unidad nadie ponía en duda. Entre los valencianos de aquellos años, nadie había perdido, todavía, el sentido común. Qué diferencia entre Lo Rat Penat de entonces, presidido por González Martí o por su continuador, Segura de Lago, y el de ahora, embarcado en la aberrante lucha de defender la secesión lingüística. Las Normas de Castellón firmadas en 1932 fueron un paso definitivo. Acabada la guerra, gracias a la labor llevada a cabo por Carles Salvador desde Lo Rat Penat, por un lado y, por otro, la de Xavier Casp y Miquel Adlert a través de su Editorial Torre, la normalización lingüística se había consolidado. La lengua literaria en el País Valenciano quedaba definida. Dentro de la unidad, que entonces nadie discutía.

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El autor inicia una crónica sobre el valenciano

con un texto en el que destaca el papel de

la institución antes de apoyar el secesionismo

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