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VISTO / OÍDO
Columna
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Lista blanca

Empiezo por declarar que me pareció mal la ilegalización de Batasuna, y la suspensión de algún periódico vasco. Ah, no debía empezar así: el principio periodístico y oratorio debe ser aclarar que el que escribe o habla condena el terrorismo. Yo lo odio, muy especialmente el vasco, el de ETA. No es una cuestión retórica o una ganzúa para nada. Y lo digo siempre, desde que empezó hasta nuestros días. Pero me molestan las leyes antiterroristas, que pueden llevar al extremo de leyes arbitrarias contra todas las libertades, como hace Bush, y a la explotación del miedo colaborando así con los terroristas, pero para su favor. No me cuesta trabajo creer que Batasuna fuera el aliado político de ETA; no puedo negarme a creer que Aukera Guztiak, diga lo que quiera decir, representará también a Batasuna, sobre todo porque el viernes me lo dijo así el titular de mi periódico en la entrada de la primera página: "La fiscalía tiene pruebas contra la lista blanca de Batasuna". La posición que yo mantengo es, naturalmente, que un partido político puede tener las preferencias que quiera mientras no delinca. Puede no condenar el terrorismo; muchos partidos por el mundo, en países democráticos, aceptan la lucha armada como forma de "liberación", y los demócratas del mundo lo aprueban. El crimen es el crimen, y todas las ayudas o incitaciones que contempla el Código Penal. Pero no mantener un nacionalismo absoluto.

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Dicho esto, puedo añadir que el nacionalismo me molesta, parcial o absoluto, y que uno de los errores de la Constitución fue crear las autonomías (aunque no tan grave como la restauración de la monarquía), y que se ha convertido en un cáncer creciente de España. Suelo explicarlo: los problemas son de salarios, de viviendas, de clases, de escuelas, de doctrinas insanas: las personas que sienten estas agresiones estatales no deben ser nunca divididas para quitarles fuerza: entiendo como división los artilugios por los que se enfrenta, como feminismo, a la mujer y el hombre; los que nos separan por edades; los que nos dividen en autonomías y, dentro de ellas, en ciudades, regiones, barrios. Nací en los excesos y disparates del españolismo; no quisiera verlos reproducidos en catorce escalas. Yo no votaría nunca a Batasuna, ni a la lista blanca, ni al PNV, y estoy lejos de Ibarretxe. Pero me parece que hay miles de personas que los quieren votar, y tienen derecho.

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