José Abad reúne sus mejores esculturas en una triple exposición
El artista canario ha instalado 15 de sus piezas en las calles de Cádiz
Una triple exposición titulada Armas para la paz II recoge en Cádiz los mejores trabajos del escultor José Abad (La Laguna, Tenerife, 1942), creador de una larga trayectoria caracterizada por la audacia formal y el compromiso. La galería Benot, la sala Paréntesis y el Baluarte de Candelaria reúnen unas 50 obras que permiten seguir su evolución. Junto a éstas, el artista ha instalado 15 piezas al aire libre en diversos puntos de la ciudad.
El formato de estos trabajos, que podrán verse hasta el 17 de abril, va de la creación colosal a la delicada pieza de orfebrería. Los materiales empleados también son diversos, desde el bronce a la madera o el oro, aunque sin duda su predilecto es el hierro. "Es el que mejor domino. Me siento más herrero que carpintero o picapedrero, pero la elección del material no suele preocuparme. Sólo me produce horror imaginar que no puedo hacer algo. Verme ante un lienzo en blanco con las manos atadas me resulta la peor pesadilla del artista plástico", asegura Abad.
Es la primera vez que se exhiben conjuntamente los bronces, hierros y oros de Abad sumados a algunas obras en papel. El título Armas para la paz II no deja dudas acerca de las preocupaciones del canario por la situación actual del mundo. "Hace 40 años acompañé una exposición con un texto en el que protestaba contra la invasión de Santo Domingo por parte del ejército de los Estados Unidos. Para mí es espantoso comprobar que los problemas siguen igual, o incluso peor", lamenta.
Y aunque el ciudadano Juan José González -tal es su verdadero nombre- no se resigna a aceptar la realidad de brazos cruzados, el artista José Abad tampoco es demasiado optimista respecto al papel de los intelectuales en la resolución de los grandes conflictos.
"Tristemente, sería una ingenuidad pensar que la cultura puede hacer algo para frenar estos desastres. Está claro que un pueblo culto es lo ideal para hacer frente a lo que se nos viene encima, pero es precisamente esa idea contra la que suelen luchar los políticos", añade el escultor.
Su desconfianza hacia la clase política se extiende también al estricto ámbito de la plástica. Para Abad, "es muy negativo que los políticos tomen el papel de guías o faros que señalen lo que los creadores deben hacer. No se dan cuenta que cuando apoyan eso que se ha dado en llamar artes emergentes, al fin y al cabo están defendiendo una idea vieja y caduca", sentencia.
El hombre y el sentido de la existencia están presentes en la obra de Abad incluso en sus formas más abstractas, aunque él mismo asegura que nunca ha sido del todo dueño de los resultados. "He pretendido ser fiel a este principio: cada vez que entro en el taller, trato de hacerlo con los mínimos prejuicios posibles. Siempre digo que no dejo entrar ni a mi razón ni a mi perro", comenta Abad.
El artista se plantea los inconvenientes de su labor obsesiva, sobre todo cuando se trata de trasladar su escultura a la vía pública. "Hace poco terminé una pieza de grandes dimensiones y cuando fui a sacarla no cabía por la puerta: tuve que partirla en dos. Hay obras que sirven para eso y otras que no, pero de lo que estoy convencido es que donde mejor está la escultura es en la calle", apostilla.
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