Belcanto con solera

En el mundo de la ópera, saber envejecer también es un arte. No hay fórmulas mágicas, pero existe un elixir que ayuda a conservar sana la voz y se elabora combinando una técnica sólida y sensatez en la elección del repertorio. De sus beneficiosos efectos podrían presumir la soprano italiana Mariella Devia y el tenor argentino Raúl Giménez, que anteanoche, en su inexplicablemente tardío debut en el Liceo, y con casi tres décadas de carrera internacional, dieron una soberana lección de arte belcantista en el reestreno del estupendo montaje de L'elisir d'amore. Hay voces que enamoran por la opulencia, la belleza tímbrica, la potencia y el brillo en los agudos. Devia y Giménez juegan en otra división: sus recursos vocales de origen son menos espectaculares, pero los manejan con una ciencia y un gusto encantador. Ella se reservó hasta cuajar en el segundo acto una Adina de bellísimos matices. Él dio vida a un Nemorino en nada vulgar, esculpido con un fraseo y una línea exquisita. A los dos les faltó ese punto de arrebato vocal para encandilar al público, pero desde el punto de vista estilístico y musical hicieron maravillas.