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Reportaje:FÚTBOL | 29ª jornada de Liga

Doble motivación para Movilla

El mediocentro del Zaragoza se enfrenta a 'su' Atlético y a las críticas de La Romareda

Jordi Quixano

"Dedico esta Copa del Rey a los aficionados del Atlético", espetó con rabia y orgullo José María Movilla (Madrid, 1978) hace hoy poco más de un año. A costa del Madrid, la había ganado con el Zaragoza, pero ofrecía el título a una hinchada que siempre le había respaldado. No así los directivos del club cuyos carteles y fotos adornaban las paredes y llenaban los cajones de su cuarto cuando era niño y que le cedieron a mitad de curso al cuadro aragonés. Así, mientras en el Calderón las pancartas se preguntaban "¿dónde está el 7, Manzano [Gregorio, el entrenador rojiblanco de entonces]?", en La Romareda se cantaba: "Nosotros te queremos, Movilla; quédate".

Ahora, en cambio, quienes le elogiaban en las gradas zaragocistas parecen examinarle y desaprobarle en cada acción. No han sido pocas las veces que el público le ha pitado por golpear mal el balón o por errar en algún pase. "Es normal que la afición pida más a los fichajes y que, a veces, me silbe. Es muy exigente. Pero siempre lo ha sido. En el fondo, me motiva para que lo intente hacer mejor", asegura el mediocentro, que hoy, vistiendo la camiseta blanquilla, se medirá de nuevo al equipo al que siempre animó de pequeño.

Incluso cuando jugaba en las categorías inferiores del Madrid acudía al Calderón. Eso sí, siempre que podía se colaba. Y es que el padre de Lamparín, un compañero de la cantera blanca, trabajaba en ese estadio y les facilitaba el acceso. Pero también a veces algún amigo le lanzaba la entrada desde arriba de las gradas al exterior o usaba una señal de tráfico doblada para meterse por una rendija del Fondo Sur.

Tras dejar el Madrid, Movilla se fue al Moscardó y el filial del Atlético le tentó. Pero... sólo eso, porque le daban 60.000 pesetas al mes. Decidió marcharse al Numancia para luego deambular por el Moscardó, el Ourense y, finalmente, el Málaga. En el cuadro andaluz se encontró al técnico Ismael Díaz, al que define como su "ángel de la guarda" y que le puso por primera vez, ante el Manchego, de mediocentro. Hasta entonces siempre había corrido por la banda. Tras ascender de Segunda B a Primera en dos campañas consecutivas con el Málaga, el Atlético le contrató, junto a otros 15 jugadores, en el retorno a la máxima categoría.

Hace apenas nueve meses, tras ganar la Copa, Movilla abandonó la capital aragonesa para hacer la pretemporada con el Atlético. "El club, para acallar a la gente, me ofreció renovar, pero me sentí dolido al ver que no me valoraban y que traían a otros para mi puesto. Lo cierto es que las cosas empezaron a ir mal al principio de la campaña anterior, cuando trajeron a Novo e Ibagaza, del Mallorca, y me negué a ser moneda de intercambio", cuenta.

Hoy, como hace en cada partido, se pondrá por debajo de la de su equipo la camiseta de la cofradía del Cautivo, de Málaga, que le trae buena suerte, y las medias del revés y saltará al césped con el pie derecho. Es un día especial para él porque va a medirse a sus antiguos compañeros, al club que su padre tiene estampado en sus ceniceros. De marcar, sin embargo, lo celebrará. "Con los pocos goles que meto... ¡Para no hacerlo! Además, yo me debo a mis colores. Aunque me piten", asegura. Y agrega: "No creo que me critiquen por mi ficha, porque en el Atlético me ofrecieron dos años más de contrato y cobraba más. Pero ya había quemado una etapa y me sentí identificado con el Zaragoza. Por eso fiché por cuatro años".

Movilla, en un entrenamiento.
Movilla, en un entrenamiento.EFE

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