Loe de Jong, historiador holandés
La muerte a los noventa años de Loe de Jong, el historiador holandés por antonomasia de la Segunda Guerra Mundial, ha devuelto a la actualidad los claroscuros de una figura que personificó durante décadas la conciencia colectiva nacional.
Dedicado desde 1955 a relatar lo ocurrido en los Países Bajos durante la ocupación nazi, el tono adoptado para ello en una obra monumental que ocupa 13 volúmenes, 27 cintas magnetofónicas y 15.000 páginas, ha sido objeto de revisión en los últimos tiempos.
Si bien nadie niega la valía de su empresa, el hecho de que subrayara la actuación de los buenos y los malos del conflicto -la resistencia y los colaboracionistas- ha favorecido las críticas posteriores sobre la autoridad moral de su juicio.
Dos son los acontecimientos que apoyan dichas matizaciones. El primero tiene que ver con la propia peripecia personal de De Jong, un judío holandés. Según explicaría él mismo, su huida al Reino Unido en 1940 tuvo un carácter insólito. Iba por la calle con sus abuelos y, de repente, arrebató un taxi a otro transeúnte. Como el vehículo estaba lleno, dejó a sus familiares en la acera. Luego ya no se detuvo hasta llegar a Londres. El resto de su familia directa tuvo menos suerte. Ninguno salió con vida. Su padre, madre, una hermana y un hermano gemelo, desaparecieron en la contienda. Una vez en el exilio, el joven De Jong contribuyó a crear Radio Orange, la emisora que mantuvo viva la esperanza de su pueblo en la liberación.
El historiador atribuía a sus actos en aquellos momentos tan cruciales un valor singular. Decía que la consciencia de su propia vulnerabilidad le había servido para aferrarse a las conclusiones científicas extraídas de sus investigaciones. Una forma sutil de explicar lo que, para sus críticos, también podría calificarse de deserción vital cuando se requería coraje.
El otro suceso que sirve para matizar la obra de De Jong es más común. Mientras estaba escribiendo en 1978, recibió un chivatazo sobre el dudoso pasado de Willem Aantjes, un conocido político democristiano de la época. Según los informantes, éste habría pertenecido a la Waffen-SS, la organización militar encargada por Hitler de la represión de todos los que no fueran alemanes arios. En realidad, el político fue miembro no activo de la denominada Germaanse-SS, la versión holandesa, abierta a los civiles y destinada a propagar el ideario antisemita y racista del régimen nazi.
La noticia, desvelada en una dramática rueda de prensa, le costó la carrera a Willem Aantjes. Años después De Jong admitiría el error, pero lo justificó con un término ambiguo. Dijo que le habían comunicado "un hecho", no un dato que debía comprobarse, y obró en consecuencia.
A pesar de todo ello, ha sido calificado a su muerte de "retratista" de Holanda durante la guerra, y de "protector" de lo noble y lo errado de la época. No es extraño. Su obra escrita es indispensable para saber lo ocurrido. La serie televisiva titulada La ocupación, que presentó sobre sus estudios, sería seguida en 1961por millones de espectadores.
Queda además otro legado suyo. Cuando recibió el encargo oficial de abordar el periodo entre 1940 y 1945, se pensó que con la obra también desaparecería el Real Instituto para la Documentación de la Guerra, creado para arroparla. Como el proyecto duró casi cuarenta años, el centro acabó teniendo carácter permanente. Ahora se llama, eso sí, Instituto Holandés para la Documentación de la Guerra (NIOD, en sus siglas originales).
Uno de sus últimos informes, ya sin Loe de Jong, se refiere al papel jugado por Holanda en los hechos que derivaron en la matanza de casi 8.000 varones en Srebrenica. Otro episodio trágico y de amplio calado moral.
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