Un domingo sin fronteras
El parque del Alamillo de Sevilla acoge una fiesta por la integración y contra el racismo
La imagen de miles de niños saharauis aterrizando en España para pasar las vacaciones es ya una de las estampas más felices que anuncian la llegada del verano. Ocurre hacia final de junio, pero las familias de acogida trabajan todo el año para evitar imprevistos. "Pensamos en ellos las 24 horas", dice Estrella Pineda, que llegó hace una semana de los campamentos saharauis y ayer ya estaba otra vez a pie de obra tratando de reunir fondos para Vacaciones en Paz de 2005. La asociación provincial de Amistad con el Pueblo Saharaui es una de las 10 ONG que este fin de semana se dieron cita en la cuarta edición de la Feria Culturas del Mundo que se ha celebrado en el Parque del Alamillo de Sevilla.
"El buen tiempo está acompañando y hoy vamos bien", explica Encarna Rodríguez, mientras saca de su cartera las fotos de sus tres niñas saharauis, de 4, 12 y 15 años. La mayor ha vivido "cuatro o cinco" años en Sevilla, pero al cumplir los 15 vino a recogerla su madre para llevarla a los campamentos y este verano no podrá viajar. "Ya estamos todos con la pena, pero eso es así", se resigna Encarni, quien "por si acaso" está pensando en mandarle el pasaporte que se dejó en España.
"Esto es todo el año, no sólo las vacaciones de verano. Yo no puedo dejarles allí. Por lo menos hasta que aquello no sea independiente", cuenta Estrella Pineda, de 33 años, que este año tampoco podrá recibir a todos sus hijos saharauis. El mayor está estudiando en Cuba y el mediano ya ha cumplido 15. Vendrá el pequeño de 13, aunque a Estrella le consuela saber que a los otros les verá de vez en cuando. Tiene previsto casarse este año con un saharaui que conoció en los campamentos. "Él está preparando el pasaporte para ver si puede venirse. Si no, me iré yo", asegura. "Aunque yo no resisto allí, no estoy acostumbrada. Por lo menos me tendría que venir aquí los meses de más calor",
Junto al espacio para la concienciación que ofrecen las ONG, el Alamillo era ayer un mini mundo sin fronteras en el que la solidaridad se hacía compatible con el ocio para todas las edades. Unos, bailaron flamenco, danza egipcia o una polka; otros, cocinaron pasteles árabes, delicias de dulce de leche o un potaje gitano. Los más manitas, aprendieron a hacer trenzas africanas o collares de cuero. "Somos muchas las culturas que convivimos en Andalucía y aquí intentamos darlas a conocer a través de la danza, las manualidades y la gastronomía", explica Cristina Benítez, de la asociación Culturas del Mundo, que organiza la fiesta patrocinada por el Parque del Alamillo y de la Dirección General de Coordinación Políticas Migratorias, dependiente de la Consejería de Gobernación.
Oswaldo Pillajo, un ecuatoriano de 26 años, conoce estas convocatorias. "Son una forma de dar a conocer nuestra cultura", afirma. De abril a octubre recorre las ferias y vende artesanía típica de su país. "Collares, pulseras, pendientes. Pero lo que más gusta es lo que me mandan desde Ecuador", dice señalando varias perchas con camisas de vistosos colores.
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