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Tribuna:DEBATE | LA DISPUTA DE LAS LENGUAS EN LA UNIÓN EUROPEA Y EN ESPAÑA
Tribuna
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Sombras y luces

Es un hecho que en los órganos directivos de la Unión Europea se avanza tácitamente hacia una selección de lenguas. La dinámica humana y económica de la integración europea conduce por ese camino. En esta selección hay tres lenguas que han ido ganando terreno poco a poco, ya ocupan mucho y es previsible que en el futuro ocupen más: el inglés, el francés y el alemán.

La UE se manifiesta muy amiga de la diversidad lingüística y dice en su Carta Magna que la fomentará, pero a la hora de la verdad esas tres lenguas tienen una gran presencia demográfica, geográfica, económica y cultural y son las que más se estudian en la UE como "segundas lenguas" en aquellos países donde no se hablan. En fin, son tres lenguas que pesan más que otras. Más allá de las declaraciones de principios será difícil mantener la paridad de las lenguas en la UE porque, si hay libertad de opción, la masa de hablantes se orientarán hacia las de más peso. Este es un proceso muy conocido en la historia de las lenguas en contacto y yo creo que es el proceso que se ha abierto a largo plazo en la UE (por ejemplo, el 70% de quienes se han examinado para funcionarios de la Unión en los países de la ampliación, ha elegido el inglés como lengua extranjera).

Si la UE quiere ser más que un poder regional, la lengua española será una buena aliada

Con todo, no deja de ser un proceso de incierto futuro, porque si la UE quiere avanzar hacia formas de gobierno ágiles y eficientes, así como mantener su credo integrador y de libre movilidad sociolaboral, la selección de lenguas se hará cada vez más visible; pero si en ese camino no quiere enajenar a muchos europeos tendrá que atender a sus lenguas tengan la condición que tengan. En fin, es previsible que la UE experimente en este terreno -no sabemos durante cuánto tiempo- encontronazos entre su desarrollo económico y su visión política que se irán suavizando con compromisos de distinto tipo, como el alcanzado hace unos días, donde del triunvirato inglés-francés-alemán se ha pasado a un grupo más numeroso de lenguas de trabajo (EL PAÍS, 4/3/2005).

En todo este negocio, el español parece que pierde algún terreno, aunque finalmente haya sido admitido en el septeto de "lenguas de trabajo" de la UE. Hay varias razones que hacen singular -y, en cierto sentido, débil- al español en la UE: para empezar, es idioma más americano que europeo. En términos demográficos es la quinta lengua de la UE y la sexta o séptima en términos económicos. Podría retroceder más aún cuando Turquía, si finalmente ingresa, ponga en la UE ochenta millones de hablantes de turco y toda la influencia que está adquiriendo esta lengua en Asia Central. No hay que olvidar tampoco los ejemplos desconcertantes que España da a sus vecinos: el diario Neue Zürcher Zeitung (20.1.2002), uno de los más prestigiosos de lengua alemana, y el sueco Sevenska Dagbladet (16/1/2003), reseñaban en su día la pérdida de peso institucional del español en determinadas autonomías o el hecho de que hubiera en España escolares que teniendo el español como lengua materna no pudieran estudiar en él en la escuela (un caso único en la UE, todo hay que decirlo).

Sin embargo, aparte de la peculiar posición que el español ocupa en la UE, y de las sombras que se ciernan sobre él, sí se podría hacer algo para que su peso no caiga hasta extremos que no le corresponden. Se trataría de mejorar nuestra imagen idiomática en un club internacional como es la UE. Y yo creo que hay suficientes recursos para ello.

He aquí siete ideas que se deberían trasmitir a la UE respecto a nuestra lengua: 1) Efectivamente, hablamos un idioma sobre todo americano pero el Atlántico no traza frontera lingüística y la comunidad hispanohablante es, al fin y al cabo, la tercera del mundo en tamaño internacional. 2) En España se hablan varias lenguas, nadie lo niega; pero hay una general y común: el español. No somos como Bélgica, Suiza o Canadá, donde no existe una lengua común. Somos un país de comunidad lingüística, donde todo el mundo puede entenderse en una misma lengua y éste es un hecho objetivo. 3) Descontado el inglés, el español será en el siglo XXI la lengua europea que va a experimentar un mayor crecimiento mundial como grupo de lengua materna (GLM). El futuro es imprevisible, ya lo sé, pero consulten las cifras del Britannica World Data para el periodo 1993-2025 y verán qué favorecidos salimos. Consulten asimismo el Informe-Graddol de previsión demolingüística para el 2050 (patrocinado por el British Council) y hallarán que el chino, el español y el inglés encabezan el capítulo de "Grandes Lenguas", ni el francés ni el alemán aparecen en él. Quizá las previsiones de este informe son muy optimistas para el español pero... no lo he hecho yo. 4) En cuanto a su peso económico, el español aparece entre las seis primeras lenguas del mundo en todos los estudios hechos al respecto. 5) Es, sin duda alguna, la lengua extranjera que más gusta e interesa en EE UU (si es que puede considerarse extranjera allí) un país muy influyente en el mundo en cuestión de modas y gustos. Es más, si no yerran las previsiones, otra vez, del Informe-Graddol, toda América será un dominio geopolítico bilingüe en inglés-español gracias a los acuerdos sectoriales de libre comercio como Mercosur o el Nafta (y aquí sí creo que Graddol menoscaba al portugués). 6) Son muchas en el mundo las instituciones comprometidas con la enseñanza y difusión del español que, por su propio interés, consideran inconveniente el desplazamiento de esta lengua en organismos internacionales. Dicho de otro modo: de doce años a esta parte, el español ha ido creando una clientela internacional cada vez más numerosa y exigente. 7) Hablando de organismos internacionales a nivel mundial, el español es la lengua, junto con el inglés y el francés, que mejor representada está en ellos.

No sé si estas ideas convencerán a nuestros colegas europeos, pero nuestra estrategia respecto a la imagen del español tendría que girar en torno a ellas. Todos los informes de prospectiva lingüística dan al español como uno de los idiomas más favorecidos por el proceso globalizador a que se asiste en el mundo. La conclusión es sencilla: si la UE quiere ser algo más que un poder regional, la lengua española será una buena aliada. Ocurra lo que ocurra finalmente con nuestro idioma, los siete puntos antedichos deberían quedar claros para la Unión Europea.

Juan R. Lodares es profesor de Lengua Española en la Universidad Autónoma de Madrid, y autor de El porvenir del español (Taurus, 2005).

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