"La Bienal no es momento para puntazos"
Maider López (San Sebastián, 1975) no ha tenido tiempo para caer en el desánimo, porque nunca ha sido invisible para el mundo del arte. En 1999, nada más abandonar la Facultad de Bellas Artes de la UPV, logró una beca de la Fundación Botín para estudiar pintura en el Chelsea College of Art and Design, de Londres y luego, otras ayudas que le permitieron continuar su formación en Italia y Nueva York. Sus intervenciones han ocupado espacios en Arco; su nombre se conoce en los circuitos artísticos españoles y en breve traspasará fronteras: ha sido seleccionada con otros 80 artistas para mostrar su obra en las exposiciones generales de la 51ª edición de la Bienal de Venecia, una de las citas artísticas más importantes del mundo.
"Busco la interacción entre la vida y el arte, aunque cada vez nos acercamos menos"
"Mi miedo es que no sabré si mi obra encaja en el espacio hasta que llegue a Venecia"
"Siempre tengo miedo, pero lo mío no es miedo a no responder. Mi miedo es que voy a estar un mes trabajando como una loca y hasta que no llegue a Venecia no sabré si mi pieza encaja en el espacio", confiesa. La artista supo a principios de febrero que iba a entrar en Europa por la puerta grande junto a artistas españoles como Tapiès, Juan Muñoz o Cristina García Rodero. Desde que se lo dijo María Corral -con quien trabajó en 2000 en la Bienal de Pontevedra y ahora comisaria, junto a Rosa Martínez, en la cita veneciana, que se celebrará del 12 de junio al 6 de noviembre- hasta que se presentó en Venecia apenas pasaron unos días.
Para otros artistas puede ser importante conocer el espacio donde mostrarán su obra, pero para la donostiarra lo es aún más, pues su trabajo se basa precisamente en eso. "Creo ex profeso para los espacios", explica, convencida además de que éste es uno de los motivos por los que ha sido seleccionada. López tiene a su disposición dos salas en el Pabellón italiano de Venecia: la Chinese Room, de unos 120 metros cuadrados, y un gran espacio de tránsito entre otras dos áreas. Aún no sabe exactamente qué es lo que va a hacer, pero sí lo que no hará: "Tengo que arriesgar, pero este no es momento para puntazos, para hacer piezas nuevas", dice, consciente de que la Bienal es su pasaporte para hacerse visible a nivel internacional.
Lo que muestre en Venecia será una continuación de sus últimos trabajos, de una trayectoria que partió del interior de un estudio para llegar hace ya tiempo a la calle. "Lo que busco, como muchos otros, es la interacción entre la vida y el arte, aunque cada vez nos acercamos menos, porque el mundo va por un lado y el arte por el otro". ¿De quién es la responsabilidad? "Creo que no sólo de los artistas, tiene que ver con la educación y con que interesan más otras cosas que lo que hacemos los artistas", sentencia. "Luego, siempre está ese mito de que el arte antes se entendía y ahora no. Y antes tampoco se entendía".
López no pierde de vista este empeño de acercar el arte al ciudadano. Sin embargo, no es lo único que le mueve. "Planteo revisiones vinculadas con lo arquitectónico o del objeto de uso diario mezclado con el diseño". Esa inquietud lo mismo se traduce en instalar unos toldos multicolor en La Casa Encendida de Madrid que en diseñar falsas señales de tráfico o desorientar al público al descubrir que el suelo de la sala en que expone es otra obra de arte.
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