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Reportaje:FÚTBOL | Vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones

Ronaldo de principio a fin

El delantero brasileño, que fue expulsado por Meerk en la prórroga, fue el eje sobre el que giró el juego de ambos equipos

Diego Torres

Como el legendario conde rumano Drácula, Ronaldo Nazario de Lima es un hombre perseguido. Lo pitan en Chamartín; lo abuchean en Mestalla; lo insultan en Turín. Cuando no son masas de agraviados morales, es gente que le tiene miedo. Siguiendo su vía de penalidades, Ronaldo fue recibido ayer en el estadio de Los Alpes con el vocerío que emiten las multitudes cuando perciben el peligro. Hinchas y jugadores del Juventus actuaron como unidos por un cable transmisor de emociones. Desde la grada gritaban. Desde el campo esgrimían tacos y codos. Ronaldo fue acosado ambientalmente por el respetable y perseguido físicamente por Zebina, Camoranesi, Emerson, Thuram y Cannavaro. Hubo momentos del partido en que el delantero brasileño se quedó solo como el superviviente de la brigada ligera. Con la pelota en la punta de la bota y con tres defensas, dos por delante y uno por detrás, cerrando el círculo lentamente hasta quitarle inevitablemente el arma. Para bien o para mal, desde un principio quedó claro que la suerte del partido sería la suerte de Ronaldo.

Decía Pellegrino, ex central del Valencia, que estaba convencido de que si trasladaban una cancha y once jugadores "a Marte", el fútbol "seguía siendo fútbol". Es cierto que, a diferencia del teatro, el fútbol no admite ensayos generales porque nunca se simula. Pero, como en el teatro, la afición es parte del juego y el juego es implacable con los impostores. Como ayer. Sin la gente, convocada en las estribaciones de Los Alpes para pitarle a Ronaldo, el partido no habría sido un partido sino una reunión de marcianos sin mucho que decirse. Pero estaba la gente. Y estaba Ronaldo. De modo que todo cobró sentido.

Ayer todo giró alrededor del cuerpo redondeado y muscular del goleador de Rio de Janeiro. Los seguidores del Juventus le siguieron más que al ídolo local, Del Piero; Capello diseñó su estrategia en función de su presencia; Zidane dijo que confiaba en ganar el partido porque Ronaldo estaba en plena forma y feliz; y Vanderlei Luxemburgo armó al Madrid como un elástico que se extendía y se encogía según se movía el delantero. Raúl estaba allí para crear espacios al brasileño y los mediocampistas, para darle balones. Si Ronaldo recibía y podía encarar de primera, lo hacía; si no, tocaba y se tiraba contra Thuram y Cannavaro, empujándolos contra la cueva, para que Zidane y Figo tejieran la jugada en el vacío que dejaba a su espalda.

Empezó el partido y al minuto siguiente Ronaldo recibió la pelota de espaldas a la portería de Buffon. No estaba solo. Tenía a Emerson pegado a los talones. Emerson, que lo conocía de sobra de la selección, quiso hacer algo que en el fútbol es esencial: marcar el territorio. El físico y el anímico. Como verdadero líder de la manada, Emerson cogió al rival más fuerte, le dio un par de golpes secos y le arrancó la pelota con la punta de la bota. El estadio de Los Alpes rugió como un volcán. La multitud había captado el mensaje y Ronaldo también. Fue como aquél de Aguirre Suárez a Bambino Veira: "Bambino, mejor usa las bandas porque el medio es Vietnam".

Después de Emerson, Thuram, probó la resistencia de las espinilleras de Ronaldo. El francés le dio una patada que fue como otra carta de intimidación. Ronaldo se levantó y siguió esperando, con la calma que le caracteriza. Como dijo Di Vaio el domingo pasado: "Se pasó el partido caminando". Hasta que actuó. En el segundo tiempo tuvo tres ocasiones: una parada de Buffon, un palo y un gol anulado por fuera de juego. Después, para el tiempo reglamentario, quedó la expulsión. En una carrera, en el centro del campo, Tacchinardi le dio un codazo y Ronaldo le respondió con una patada sin el balón de por medio. El línea levantó la bandera y Markus Merk, el mejor árbitro del mundo según la FIFA, le mostró la tarjeta roja junto a Tacchinardi. ¿Pero qué importaba Tacchinardi?

Sin Ronaldo, en cambio, el Madrid estaba perdido.

Ronaldo protesta de rodillas una jugada del partido.
Ronaldo protesta de rodillas una jugada del partido.REUTERS

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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