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FÚTBOL | Vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones

La inmensidad de Lampard y Deco

Ambos centrocampistas fueron los grandes protagonistas de un choque magnífico

José Sámano

Al tercer rejonazo del Chelsea, Duff, irlandés con rostro paliducho y sangre hervida, se fue directo a por el banquillo azulgrana, sobre el que vomitó un kilo de exabruptos. Un guiño a su técnico, tan picado él con todo lo que le rodea. Minutos antes de que Duff pusiera al Barça al pie del Everest, Mourinho ya había mandado callar a Rijkaard, que había protestado una entrada a Iniesta. Ajeno a las trifulcas de Mourinho y al pendenciero Duff, un futbolista azulgrana se encargaba de arengar a su deprimida tropa. Con 3-0 en contra y en casa de un ingeniero táctico tan reputado como Mourinho, sólo Deco tenía motivos para el optimismo. Nada le daba la razón. El Barça llevaba 20 minutos evaporado, arrasado, precisamente muy cerca de Deco, por los dos mejores centrocampistas ingleses del momentos: Lampard y Cole. A Iniesta el partido le colgaba tres cuartas, Gerard era un fantasma y a Xavi, un inoportuno resbalón en el primer tanto inglés le tenía tocado. Desquiciado el Barça, Deco cogió por la pechera el partido y le dio un vuelco espectacular. Un acto de fe que agitó un encuentro soberbio.

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En Deco hay varios jugadores al mismo tiempo. Maneja las dos piernas, se asocia con todos en el momento justo, tiene quite, luces y gol. Y mucho más: es un valiente. No se arruga ante nadie, aunque le saquen dos cabezas. Pega y recibe con la misma entereza. Con Deco de faro, Xavi se contagió y el Barça pudo adueñarse de la principal herramienta del juego: la pelota, un salvavidas para un equipo que no sabe defenderse. Reanimado al Barça, el partido, maravilloso en tantos aspectos, tuvo un capítulo extraordinario: el pulso Deco-Xavi frente a Lampard-Cole. Los dos chicos ingleses mezclan a la perfección. Quizá porque se acunaron juntos, en otra orilla de Londres, en la escuela del West Ham, desde donde llegaron a los brazos de Abramovich. Lampard domina los tres sectores del juego: tiene colmillos para defender su red, inteligencia y técnica para jugar a un toque en el medio y dos piernas y una cabeza dinamiteras cuando se descuelga hacia el área rival. No hay centrocampista en el globo que hoy día le haga sombra. A Lampard le faltaba el escaparate internacional y ya ha dejado su sello en la gran pasarela. El caso de Cole es diferente. Es un jugador esculpido principalmente para el ataque. Es listo e intuitivo. Sabe cuándo acelerar y cuándo frenar. Que le pregunten a Gio, al que se tragó una y otra vez.

Tanto peso tuvieron los cuatro centrocampistas en el discurrir del choque, que el intercambio de golpes fue constante. En los morros de Cech y en las cejas de Valdés.

Si algo sobró fueron los lamentables incidentes del final. Un ayudante del técnico portugués se enzarzó con Rijkaard en la boca del túnel, mientras Mourinho se alborotaba con los suyos sin un mísero saludo para los perdedores. Al incidente de Rijkaard le sucedió un enganchón entre Ronaldinho y un miembro de la seguridad del Chelsea, al que se sumaron más azulgrana y más agentes. Para bajar el telón, Mourinho también copó los focos: se despidió tirando besitos a la afición culé, desde cuyo sector voló una botella en dirección al míster local. Un feo final para un partido que estuvo muy por encima de Mourinho y que debería quedar grapado en la retina del fútbol europeo.

El árbitro, Collina, se inhibe ante las reclamaciones de los jugadores del Barça tras el cuarto gol.
El árbitro, Collina, se inhibe ante las reclamaciones de los jugadores del Barça tras el cuarto gol.REUTERS

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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