El gran lunes de Álvarez
El entrenador de Lino y Castrejana, oro y bronce en los Campeonatos de Europa, saborea al día siguiente el éxito de sus atletas
Carlota Castrejana, a quien le suena a música celestial que alguien a su lado le llame "medallista", practicó ayer el triple salto urbano en Madrid -"en un paso de cebra de la calle de Alcalá"- para llegar a tiempo, bien temprano, a un programa de televisión. Después, junto a todo el equipo español de atletismo, tenía una recepción en el Consejo Superior de Deportes -con llamada telefónica incluida del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero-. Pero antes de pisar la moqueta de los despachos se pasó por la pista sintética del módulo del INEF para saludar a su entrenador, para felicitar a Juan Carlos Álvarez, con quien trabaja desde hace ocho años y con quien ha dado el gran salto (triple).
Se tuvo que poner a la cola.
Todo el mundo quería felicitar a Álvarez. Era el gran lunes de un preparador doblemente feliz: por el bronce de Castrejana y por el oro de Joan Lino Martínez. "Fíjate lo que ha tenido que pasar para que sepan lo que vales", le dice la feliz Castrejana; "es como en las películas: al director le dejan en segundo plano". Y alguien por allí comenta: "Sí, sois como Nicole Kidman y [Alejandro] Amenábar". "Sí, sí", estalla Castrejana; "eso me gusta". Pero Álvarez, de 47 años, se pone colorado. "No, no pongas eso", amenaza; "Amenábar es un genio. No hay comparación".
Para muchos, para cada vez más gente, Juan Carlos Álvarez -el técnico al que se distingue desde lejos porque siempre anda cargando con su cámara de vídeo, con la carpeta llena de papeles, con la cabeza repleta de curiosidad y de ganas de conocer todo lo que se escribe sobre su disciplina, sobre la biomecánica del salto, la fisiología, el entrenamiento, la ciencia y la técnica- es también un genio. "Empecé a entrenar saltos sin ser un verdadero especialista en la disciplina", explica Álvarez, que también es profesor universitario. "A lo primero que me dediqué", continúa, "fue a aprender a manejar todas las herramientas. Quería saber. Necesitaba leer todo lo que caía en mis manos e intercambiar conocimientos con otros entrenadores. Antes de Barcelona 92, en un intercambio, estuve en Rusia con Roberto Zotko, que trabajó en Cuba con [Iván] Pedroso, y también me comunico mucho con Téllez, el entrenador de Carl lewis, y con Hamilton, el de Dick Powell. De todos se puede aprender. Y de todo. Hasta de un artículo sobre el salto de los canguros". Y así desde 1980, desde que preparaba a Alberto Solana, que ya saltó 8,00 metros, y luego con Jesús Oliván, la saltadora de altura Isabel Mozún o el triplista Raúl Chapado.
Alguien podría pensar que la cámara de vídeo con la que Álvarez graba todos los saltos de todos los campeonatos, saltos que necesita ver cinco o seis veces cada uno para analizarlos, es, en el fondo, un instrumento de protección, un medio de desapego. "Los medios objetivos, las imágenes, las células fotoeléctricas, las plataformas de contacto..., son fundamentales para mi trabajo", explica; "pero hay otro plano en la relación del entrenador con el atleta. La otra parte, el trato personal, es una habilidad que te tienes que trabajar cotidianamente".
Y, aunque no lo aparente, aunque su grupo de atletas no exhiba como otros grupos el aire de secta uncida por los dioses, aunque no lo venda, aunque intente mantener una imagen de frialdad, Álvarez es, sobre todo, pasión.
"Ahora lo puedo decir", cuenta Castrejana, "pero un día de enero, después de un salto de entrenamiento, me senté en la arena y vi que no iba a ninguna parte: 'Tantas horas aquí trabajando, tanto sacrificio, para ser sólo campeona de España'. Y pensé en dejarlo todo. En dejar el atletismo. Pero lo hablé con Juan Carlos y, poco a poco, me convenció de que siguiera. Y ahora, con esta medalla, no pienso parar en mucho rato...".
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