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HISTORIAS DEL CALCIO | FÚTBOL | Internacional
Columna
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Impunidad

Enric González

El sábado había un chaval dolorido en la tribuna del estadio Olímpico. Se llama Filippo Calipari, tiene 13 años y es hijo del agente secreto muerto el viernes en Bagdad, por disparos estadounidenses, cuando protegía con su cuerpo a una rehén recién liberada.

A Filippo, que no debía de tener conciencia todavía de su orfandad y que, a sólo 24 horas de la terrible noticia, necesitaba un momento de olvido y una pequeña alegría, su querido Roma y su -es de suponer, siendo romanista- detestado Juventus le ofrecieron un espectáculo horrendo: la habitual carnicería previa -cuatro heridos por arma blanca a las puertas del campo-, faltas, golpes, provocaciones y sólo algún instante de algo que, desde un punto de vista forense, podría ser calificado, a falta de una mejor definición, de fútbol.

Quizá Filippo tenía ya la intuición de que los soldados norteamericanos que dispararon primero y preguntaron después, casi tan jóvenes como él mismo, jamás deberían responder por ello. Son las leyes de la guerra. No se desmoraliza a la tropa por un pequeño incidente colateral. Cualquier acción en caliente queda para siempre impune.

Si Filippo pensó en algo tan terrible, acaso estableció un paralelismo con lo que ocurría sobre el césped: el Juventus venció con dos goles que no debían haber subido al marcador -aunque le anularon uno que sí era legal- y un romanista podía sospechar que el árbitro Racalbuto y sus asistentes llevaban una camiseta a franjas blanquinegras bajo el uniforme amarillo.

Pero no. Racalbuto es sólo un mal árbitro, muy malo, desde siempre, y los jugadores de ambos bandos se lo pusieron muy difícil. Racalbuto se equivocó y basta.

Si Filippo quisiera ahondar en los misterios de la impunidad, debería preguntar a los políticos que le representan en el Parlamento italiano. Esos mismos que ayer desfilaban cariacontecidos ante el féretro de su padre.

Podría empezar por el honorable diputado Salvatore Buglio (Demócratas de Izquierda), que el jueves pidió una investigación parlamentaria sobre el fiscal Guariniello y el juez Casalbore, responsables de haber condenado al Juventus por dopar a sus jugadores entre 1994 y 1998.

También debería charlar con el honorable Maurizio Paniz (Forza Italia), que secundó la petición.

Los dos honorables tendrían ocasión de explicarle, como ya hicieron en la Cámara de Diputados, que el Juventus está por encima de la ley "porque es un nombre conocido en todo el mundo y arruinar su imagen es arruinar la imagen de Italia". Ese fiscal y ese juez, por tanto, culpables del delito de lesa patria, deben ser acosados y forzados a buscar otro oficio.

A Filippo le convendría también charlar con los honorables Zanetti, Sanza, Galtaldi y Napoli (Forza Italia), Ruggeri (La Margarita), Gallo (Alianza Nacional), Rossi (Liga Norte), Zunino (Demócratas de Izquierda) y Belillo y Nessi (Comunistas Italianos), que firmaron una moción dirigida al ministro de Cultura y Deportes en la que reclamaban que se cerrara de inmediato un expediente abierto por el Comité Olímpico y la Federación de Fútbol. El expediente debe concluir si han de ser devueltos los muchos títulos obtenidos por el Juventus drogado con EPO. ¡Lesa patria!

Resulta fácilmente deducible que todos los diputados citados anteriormente son juventinos. Y grandes patriotas, aunque su esfuerzo fuera vano: el presidente de la Cámara rechazó ambas iniciativas en nombre de la independencia judicial. El ministro de Justicia, Castelli, no se enredó en principios legales: "Que me dejen tranquilo", dijo; "yo soy milanista".

Así, Filippo, se forja la impunidad: en nombre de grandes ideales que esconden intereses particulares y mezquinos. Nunca sabrás del todo por qué murió tu padre. Pero no te será difícil descubrir por qué en Italia pasa lo que pasa.

El juez Giuseppe Casalbore, al comienzo del juicio al Juventus.
El juez Giuseppe Casalbore, al comienzo del juicio al Juventus.ASSOCIATED PRESS

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