El árbitro bendice al Deportivo
Un penalti muy discutible permite al cuadro de Irureta salvar un pésimo partido ante el Málaga
Si se conformase con mirar la clasificación, el deportivismo tendría hoy ciertos motivos para la esperanza. Después de una jornada en que casi todos los resultados le favorecieron, el Depor puede mirar hacia arriba y otear la Liga de Campeones a cinco puntos de diferencia. No está mal, teniendo en cuenta la mediocridad que le ha afligido hasta el momento y las batallas que aún quedan por dirimir. Pero el efecto óptico que deja en A Coruña la jornada de ayer puede ser un espejismo de la misma naturaleza que la victoria de hace una semana ante el Madrid. El Depor volvió anoche a su estado de abulia, a ese perfil de equipo previsible y gastado que pasea desde hace meses. Ganó al Málaga por un simple favor del árbitro que, un minuto antes del descanso, vio penalti en una caída de Scaloni que él había provocado.
DEPORTIVO 1 - MÁLAGA 0
Deportivo: Munúa; Scaloni, Coloccini, Andrade, Romero; Sergio, Mauro Silva; Víctor (Munitis m. 77), Valerón (Duscher m. 84), Luque; y Tristán (Fran m. 65).
Málaga: Arnau; Gerardo, Navas, Fernando Sanz, Valcarce; Romero (Amoroso m. 74), Juanito; Juan Rodríguez, Miguel Ángel (Edgar m. 77), Duda; y Baiano (Wanchope m. 74).
Goles: 1-0. M. 44. El árbitro castiga un forcejeo entre Valcarce y Scaloni con penalti, que transforma Tristán.
Árbitro: Velasco Carballo. Expulsó a César Navas (m. 87) por doble amonestación y enseñó tarjetas amarillas a Romero, Valerón, Víctor y Coloccini.
Unos 18.000 espectadores en Riazor.
Pasó el jolgorio del Madrid y el Depor ha regresado a la triste vida diaria. Da la impresión de que si cada semana hubiese una visita galáctica, Riazor y sus chicos vivirían siempre encendidos como en los buenos tiempos. Pero el Madrid, con toda la excitación que genera, sólo acude una vez por temporada. Y olvidados el oropel y la euforia de hace una semana, el Depor se ha engolfado de nuevo en esa existencia diletante que le consume desde principio de curso. Así se le vio el miércoles en Getafe y así volvió a presentarse anoche ante su gente.
Con un poco de buena fe, el Depor habría encontrado motivos para estimularse. Casi ninguno de los equipos que le preceden en la clasificación había logrado el triunfo, y el grupo de Irureta tenía la oportunidad de situarse a una distancia razonable de los puestos que dan acceso a Europa. Pero el desencanto se ha metido en las entrañas del Depor, que sólo se siente aguijoneado cuando se mide a un rival de prestigio. Imposible reconocer en el Depor de la primera parte de ayer al equipo que hace una semana arrolló al Madrid. Empezando por la determinación y acabando por el juego, el conjunto de Irureta no fue más que una copia torpe y borrosa de sí mismo. Se podría rescatar algún detallito de Valerón o hasta de Luque, pero sería como conformarse con una gota de color entre un interminable océano de tedio. El público, por supuesto, no se conformó con tan poca cosa y repartió sus reproches. Las víctimas predilectas fueron Sergio, a quien el voluntarismo no le redimió de su torpeza en el pase, y Tristán, protagonista de otro flagrante episodio de desidia.
El Málaga llegaba destilando optimismo y rodeado de cierta expectación por la formidable racha que ha encadenado tras el relevo en el banquillo de Gregorio Manzano por Antonio Tapia. La verdad es que no contribuyó demasiado a disipar el aire mortecino de la noche, pero tampoco hizo nada para merecer el castigo de la derrota. Aunque sólo fuese por energía y vitalismo, en ciertos momentos hasta se elevó por encima del Depor. Su ataque, en todo caso, se pareció bastante a un páramo. Poco antes de que la bendición arbitral descendiese sobre el Depor, el brasileño Baiano aprovechó la precipitación de Coloccini para burlarle al borde del área dándose la media vuelta. Fue el instante que pudo cambiar el partido, pero su remate se fue alto. El Depor pareció un poco más activo tras el descanso. Pero no tardó ni diez minutos en retornar a la languidez que le acompañó toda la noche. El Málaga apretó con lo que pudo, que fue más bien poco, pese a que Tapia intentó darle picante con la entrada de Wanchope y Amoroso. Su mejor ocasión llegó en una falta rematada por Duda. El Depor aguantó sin muchos problemas, imperturbable en su actitud cicatera y rutinaria.
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