La aviación, emblema del Futurismo italiano, aterriza en Conde Duque
El Futurismo, matraz en el que bulleron las principales corrientes artísticas del siglo XX, llegó ayer a Madrid. Y lo hizo en avión, como corresponde a su dinámica pasión por las máquinas. La exposición Áérea. Cielos futuristas, aterrizó en el Museo Municipal de Arte Contemporáneo en el Cuartel del Conde Duque, donde permanecerá hasta su despegue, el 25 de abril.
Las bodegas de la nave trajeron pintura, escultura y cerámica surgidas de las manos de artistas de la entidad de Giacomo Balla, Alfredo Gauro Ambrosi, Renato Di Bosso, Gerardo Dottori, Tato, Tullio Crali o Bruno Munari. A lápiz u óleo, en lienzo, tabla, polimatéricos o aerocerámica, todos brindan su mirada sobre la Aviación, con acróbatas, motores, ínsulas o lagos azules bajo los altos cielos de Italia.
El Embajador italiano en España, Amedeo de Franchis; el director del Istituto Italiano de Cultura, Patrizio Scimia; Carlos Baztán, Coordinador de las Artes del Ayuntamiento de Madrid y Eduardo Alaminos, director del Museo madrileño, inauguraron a mediodía de ayer la exposición.
Baztán contó que en enero de 1909, el diario parisiense Le Figaro publicó un programa artístico, el Manifiesto futurista, signado por Filippo Tommaso Marinetti. Entre otros extremos, definía en él los museos como cementerios del arte. "Tenía toda la razón -señaló Baztán- pero no imaginaba el favor que iba a hacer a los museos con aquella frase suya". Aludía así a la conmoción que, a partir de entonces, aquellos centros de mortecina cultura iban a experimentar hasta vivificarse.
Para Eduardo Alaminos "el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, con esta exposición, afronta una nueva actualización de sus contenidos en clave urbana". Da así cabida a la manifestación de la primera conjunción en la Historia entre la Ciencia y el Arte, fusión que el Futurismo acometió con ímpetu. Así lo explicó el comisario Renato Miracco que, con entusiasmo, mostró a quienes asistían a la inauguración uno de los primeros cuadros surgidos de una expedición aérea, la de Ambrosi sobre Verona, en 1932. Elevarse en espiral hasta obtener secuencias de vistas aéreas sobre La Spezia, el Coliseo o el Lido de Roma, supuso para los pintores-poetas-aviadores futuristas una emoción muy parecida a la que Petrarca vivió al ascender hasta un pico nevado de los Pirineos. Desde su cumbre, el amante de Laura divisó el mar de nubes bajo el que se asfixiaba, impenetrable y oscura, la noche de la Edad Media. Comenzó así a aspirar en sus poemas la brisa del venidero Renacimiento.
Seis siglos después, la Aviación brindaría al Futurismo poderosa peana desde donde expandir complicidades hacia las formas extremas de la energía y la fuerza, no las del amor, sino más bien las de un titanismo del gesto y del peligro, innecesario y, a menudo, asocial. Hasta tan lejos llevaron Marinetti y epígonos tal culto al poder, -legado del pensador alemán Federico Nietzche, inhumanizado por sobrehumanos delirios- que fueron a caer en brazos del fascismo y extravíos similares. De igual modo, la impronta ejercida sobre Marinetti por el escritor, aventurero y aviador Gabriel D'Anunzzio- que llegó a establecer un 'derecho de dominio del aristócrata sobre la plebe'- planea sobre algunas obras expuestas. Sin embargo, la muestra ha destacado la evidente importancia del Futurismo como rotor de una hélice cuyas aspas trazaron, con el cubismo, las principales curvas de nivel de las cumbres del arte del siglo XX.
Aérea. Cielos futuristas. Centro Cultural Cuartel del Conde Duque (Conde Duque, 9 y 11). Martes a sábados, de 10.00 a 14.00 y 17.30 a 21.00. Domingos y festivos, de 10.30 a 14.30. Lunes cerrado. Entrada gratuita.
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