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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fischer, en apuros

El ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Joschka Fischer, líder de Los Verdes, ha dejado de ser, por primera vez desde hace cuatro años, el político con mayor aceptación popular en su país. La causa de su desgracia es la revelación de disposiciones de su ministerio que facilitaban la concesión de visados a extranjeros y que convirtieron a algunas embajadas alemanas, especialmente la de Kiev, en Ucrania, en auténticos coladeros para las mafias del Este y el tráfico de personas. El sábado, Fischer reconoció públicamente su responsabilidad en las negligencias detectadas.

Según se ha sabido ahora, desde el año 2000 había claros indicios del abuso masivo de las normativas para visados y el ministerio de Fischer no reaccionó. Su secretario de Estado, Ludger Volmer, ha sido la primera víctima política del escándalo, y parece que no será la última. En el Partido Socialdemócrata (SPD) se han alzado ya las primeras voces contra Fischer, algunas muy poderosas. Se frustran así las esperanzas del entorno del ministro en que los socialdemócratas se solidarizaran con él, aunque sólo fuera por temor a que el escándalo acabara salpicando también al ministro del Interior, Otto Schilly, del SPD.

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Fischer admite ante el Parlamento alemán su culpa por no frenar la concesión irregular de visados

La sensibilización de la sociedad alemana ante el problema de la inmigración ilegal y de la criminalidad procedente del este de Europa, la contundente derrota electoral en el Estado de Schleswig-Holstein y la proximidad de los comicios en Renania-Westfalia han hecho fracasar los esfuerzos del Gobierno por limitar los daños de este escándalo, revelado por el semanario Der Spiegel. La creación de una comisión de investigación parlamentaria convierte ahora el caso Fischer en un eficaz instrumento de la oposición para el acoso al político que, muy por encima del canciller Schröder, concitaba las simpatías del electorado. Fischer, que dirigió la mutación de Los Verdes desde el movimiento antisistema a partido de Gobierno y que resistió las campañas de la derecha de utilización de su pasado contra él, se había convertido en el mayor activo de la coalición. Del desenlace de este escándalo depende, por tanto, no sólo su futuro y el de Los Verdes, sino también el del canciller Schröder.

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