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Columna
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Huso y uso

No siguió Pilar en sus largos y productivos años la ordenanza que rezuma el aforismo popular: la mujer aténgase al huso y no al uso. Un decir popular, históricamente generalizado y machista, en torno a la necesaria docilidad de la mujer, de la hembra o dama ignorante que debe permanecer atada a los quehaceres domésticos y olvidarse del ajetreo de la vida, propio de las figuras con atributos viriles. Anda por los sesenta y no es extraño encontrar a Pilar Dolz Mestre atareada entre grabados y pinturas en su galería de arte castellonense, incluso los sábados y fiestas de guardar. Trabaja en un viejo caserón, renovado y acondicnado para la cultura, en una de esas escasas calles del centro de la capital de La Plana, que todavía conservan cierta tranquilidad y encanto. Desde la atalaya de la biografía de Pilar siempre se divisan tres horizontes: el feminismo, el arte y la fidelidad a la geografía, y a la cultura valenciana y al valenciano.

Esta morellana de presencia pequeña y alto ánimo, nació en el seno de una familia tradicional, propietarios agrícolas, de Els Ports, y a sus pocos años ya hojeaba los dibujos y grabados de los correos de San Antonio y los mensajeros del Corazón de Jesús que llegaban a un hogar, donde se leía. De sus años inocentes, recuerda las viejas historias de santos que su abuela le narraba y, sobre todo, la hagiografía de Apolonia, la protectora contra los dolores de muelas. La hoja que arrancamos del almanaque nos indica, el 9 de febrero y en letra menuda, que la Santa fue una virgen mártir en Alejandría, y que perdió los dientes en medio de las torturas a causa de su fe. Pilar escuchaba al acostarse la versión catalana de la leyenda de Apolonia: casada con un bruto sufría y era víctima de la violencia de género; harta de los golpes del energúmeno abandonó la casa familiar y se hizo monja; ensimismada durante los rezos monacales se le apareció el Salvador camino del Gólgota y Apolonia le pregúnto que cómo podía aguantar tanta cruz y sufrimiento, y el Nazareno le contestó afeándole su conducta por no poder aguantar al maltratador. Dejó el convento, volvió a su casa y el marido la recibió con un zurriagazo que le partió los dientes. Las leyendas no son verdad, aunque son clarificadoras. La enseñanza de la de Apolonia no es otra que la paciencia, la resignación y la conformidad , que se le exigen a la mujer del huso con hache. Pilar no la siguió y optó por el uso sin hache, por el feminismo que preconiza la igualdad de derechos de la mujer con respecto al hombre, el feminismo que lucha pacíficamente por olvidarse de que la mujer y la sartén en la cocina están bien.

La grabadora y galerista Pilar ni es una mujer de armas tomar ni una mujer florero. Adecua su pensamiento feminista a la palabra, y su palabra a la acción a través del arte: promociona la sensibilidad artística entre nuestras mujeres y potencia en su galería a aquellas en quienes descubre un aliento artístico creador: quienes exponen en su sala han sido, por ejemplo el último año, mayoritariamente mujeres. "Lamentable -dice Pilar- es aquel país que no le presta atención a sus creadores y creadoras". Muchas décadas de trabajo callado, discreto y constante entre el feminismo y el arte es esta Pilar sencilla y comunicativa. Por eso las asociaciones de mujeres que trabajan por la igualdad de oportunidades en la correspondiente concejalía del ayuntamiento de Castellón, le otorgaron el galardón de Mujer del año en las vísperas del Día Internacional de la Mujer. Y está bien, porque ni los husos, ni las sartenes, ni los maridos de Apolonia se dan por desaparecidos.

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