_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Robótica UE

Nuestra costumbre es hacer presentaciones de los libros recién publicados para introducirlos en sociedad, para ponerlos en circulación entre los lectores, pero en algunos lugares de Latinoamérica a la primera aparición pública de una obra no la llaman presentación, sino bautizo, lo que, en mi opinión, es una ganancia de sentido. Mientras presentar subraya los aspectos más mundanos y extraliterarios del evento, bautizar sugiere que, a través de esa ceremonia, la obra en cuestión pasará a formar parte de la cultura y el culto artísticos, o de la fe literaria, que, como cualquier fe, ocupa auténtica e íntimamente a quien la profesa.

De aplicar la misma fórmula distintiva al referéndum del domingo pasado, resulta que el proyecto constitucional europeo ha sido aprobado por la ciudadanía española en forma de presentación y no de bautizo, es decir, de un modo que se parece mucho más a un trámite mundano que a la expresión de profundas convicciones o confesiones europeístas. Al 42% de participación se le están aplicando estos días toda una serie de razones acolchadas: similar porcentaje de votantes que en las últimas elecciones al Parlamento europeo; una campaña que, al no evidenciar grandes rivalidades, no animaba al voto decisorio; un cantado de antemano que invitaba a la delegación (ya lo votarán otros por mí). Además de un tiempo atmosférico de perros en muchas comunidades (incluida la nuestra). Desde luego, visto así, con tanta amortiguación y argumento airbag, el impacto de la baja participación parece un incidente menor en la ruta de la construcción europea, un simple golpe de chapa. Y, sin embargo, es un choque frontal, que además va probablemente a repetirse en otros países de la Unión donde, de una manera general y generalizada, electorados activos cuando se trata de convocatorias nacionales remolonean frente a las urnas de la europeidad. Choque frontal, es decir, horizonte de mal pronóstico para un proyecto que sin la participación ciudadana no pasará de la teoría a la práctica de sí mismo, esto es, del estado de robot articulado al de cuerpo vivo.

Si de verdad quiere activar el apego y el interés de los ciudadanos, la Unión Europea tendrá que inventarse nuevas y más eficaces estrategias, y cada país, ajustarlas ceñidamente a sus particulares puntos débiles. Algunos de esos puntos son aquí viejos conocidos que ahora la campaña y el balance de resultados del referéndum no han hecho más que subrayar en rojo. El primero es la incapacidad que demuestra la política española para salirse de sus propias fronteras, de sus propias cuerdas (por usar una imagen que remite propiamente a un ring). Para ver en el debate europeo la oportunidad (y la exigencia) de otros abordajes y escalas de valores, de programas inéditos, de anchuras y desplazamientos conceptuales capaces de remediar y/o aflojar nuestros nudos internos.

La segunda deficiencia grave es la didáctica. A estas alturas las instituciones europeas deberían resultarnos tan familiares como las nacionales o las autonómicas, y, sin embargo, la Europa política sigue siendo para la mayoría de los españoles una abstracción o un laberinto. Y sus papeles siguen pareciéndole escritos en una especie de arameo sin subtítulos. Calificar el desconocimiento euroconstitucional de profundo o incluso de radical resulta un eufemismo piadoso. Con el voto en capilla, casi todo el mundo confesaba ignorar lo esencial del proyecto. La ocasión requería una energía pedagógica que ha fallado, que ha brillado por su escasez, demora, confusión (entre información y comunicación, publicidad y debate), cuando no abiertamente por sus ausencias (algunas con label; el tripartito se opuso en el Parlamento de Gasteiz a la realización de una campaña informativa propia). Pero Europa sin su gente implicada no será nunca un cuerpo vivo; se quedará en producto de tecnología política avanzada, en robot ¿inteligentemente? articulado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_