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Reportaje:PASEOS

La historia y las letras

El autor recorre los monumentos de Baeza y las huellas de la literatura en esta ciudad jiennense

Al llegar a Baeza, uno comprende rápidamente que se halla en un ámbito donde el peso de la historia con letras mayúsculas es elocuente: sus plazas, sus palacios, sus torres... hablan bien a las claras de un pasado notable.

En Baeza se han dado una serie de concurrencias que han permitido estas cualidades patrimoniales: su emplazamiento, su temprana incorporación a Castilla en 1227, los amplios términos concejiles otorgados por Fernando III, la implantación de la sede episcopal con erección de iglesias y conventos, la repoblación con numerosos hidalgos, la fundación de la universidad en el XVI con humanistas eminentes, la creación del Seminario Conciliar en el XVII y la existencia de excelentes canteros, entalladores, herreros, pintores y arquitectos entre los que sobresale por sí mismo y por su influencia, Andrés de Vandelvira, del que este año celebramos el 500 aniversario de su nacimiento.

Baeza es igualmente un gran espacio literario, una ciudad de fortuna intelectual que podemos recorrer en sus enclaves monumentales asociándolos a señalados textos de la mano de grandes de la literatura española. Nombres como Jorge Manrique, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Francisco Pi y Margall, Federico García Lorca, el bueno de don Antonio Machado o Dámaso Alonso están vinculados para siempre en el acervo literario de la ciudad.

Los ámbitos descritos son diversos: las murallas y su paisaje, las plazas del Mercado, de los Leones y la de Santa María. También las calles, edificios monumentales como San Francisco o la antigua Casa del Corregidor y Cárcel... Son textos de variada estética y sensibilidad según el autor y la época. Ya en los romances fronterizos del siglo XV se describe el cerco a Baeza: "Moricos, los mi moricos,/ los que me ganáis mi soldada,/ derribédesme a Baeza,/ esa ciudad torreada...". Federico García Lorca, en su primer libro Impresiones y paisajes, de 1918, escribía: "Siempre al recorrer estas calles se descubre algo interesante... un capitel de dibujo caprichoso empotrado en la pared, una reja hecha como para una serenata enamorada, algún palacio destrozado y cubierto de cal...".

El paseo periurbano de las Murallas o de Antonio Machado ofrece al visitante la contemplación de los campos de Baeza que tan bien describiera el poeta del 98. Esta amplia perspectiva abierta al sur que permite la elevación del lugar hizo escribir al autor del Romancero gitano: "...se contempla la majestuosa sinfonía de un espléndido paisaje. Una hoya inmensa cercada de montañas azules, en las cuales los pueblos lucen su blancura diamantina de luz esfumada". La caída de la tarde desde este balcón natural movió al poeta granadino a anotar: "Tiene una tranquilidad musical el crepúsculo visto desde estas alturas... En el regio horizonte hay nubes de ámbar azul... que ocultan la luz del sol, que es fresa cristal. Después un trémolo de luna y estrellas, como prólogo de la noche".

Don Antonio y Federico se conocieron en Baeza en 1916 en un viaje universitario organizado por el catedrático de la Universidad granadina Domínguez Berrueta para conocer la población y muy posiblemente como afirma Gibson fuera ese encuentro el comienzo del camino literario de Lorca ya que hasta ese momento su carrera estaba orientada hacia la música. Machado que vivió entre 1912 y 1919 en la ciudad cuando ejercía como catedrático de Francés en el instituto le dedicó numerosos textos poéticos y en prosa a "esta bella ciudad, entre moruna y manchega, en cuyas piedras venerables se lee un pasado glorioso, en esta noble Baeza, de vieja tradición intelectual...". "Desde mi ventana,/ ¡campo de Baeza,/ a la luna clara¡/ ¡Montes de Cazorla,/ Aznaitín y Mágina¡/ ¡De luna y de piedra/ también los cachorros/ de Sierra Morena¡".

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Dámaso Alonso escribía en 1960 un breve texto Baeza, en mi recuerdo y anotaba: "¡Ciudad española no retocada ni aliñada para seducir, ciudad que se da intacta con su atracción sin afeites¡ Un aire, un ambiente de increíble sutileza y diafanidad; las cosas donde deben estar: en su sitio allí donde el tiempo les mandó que se quedaran; todo genuino y puro, para alimento de nuestra vista extasiada".

La Plaza de Santa María, corazón representativo de la ciudad, emblema inequívoco de la población, ha sido descrita y comentada por muchos escritores. Aquí Lorca, según se dice, se bautizó simbólicamente de Baeza en la Fuente: "En su centro una fuente de severidad pagana parece el cuerpo final de un arco de triunfo al que la tierra se hubiera tragado." La población que él conoció era una población rural, un tanto ensimismada, bastante clerical y escribía de la plaza: "siempre está solitaria y tristísima, únicamente la cruzan los canónigos que van pausados a rezar y los pájaros que vuelan locamente de un lado para otro sin saber donde posarse." Pero reconocía "de cuando en cuando palacios y casonas de un Renacimiento admirable, ornamentadas con figuras y rosetones primorosos..." Ese Renacimiento rico y excelente es el que le ha dado junto a su hermana de la Loma el marchamo de calidad para abrirse al mundo, esperemos que con buen pie porque son muchas las miradas sobre ellas y no pocos los intereses.

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