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Columna
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La hora europeísta

Hervé Gaymard tenía las condiciones para aspirar al máximo en la política francesa: joven (44 años), titulado por la ENA (el granero de las élites políticas y económicas de Francia) y, sobre todo, protegido del presidente Jacques Chirac. Sin embargo, se ha visto obligado a presentar su dimisión como ministro de Economía y Finanzas tras reconocer el daño causado al Gobierno conservador de Jean-Pierre Raffarin por el lujoso piso -un dúplex de 600 metros cuadrados más gimnasio- en el que se alojaba con su mujer (una brillante ejecutiva) y sus ocho hijos desde que llegó al cargo hace dos meses y cuyo alquiler era costeado por el Estado a razón de 14.000 euros mensuales.

Gaymard ha admitido un "error de apreciación" sobre las condiciones que debe tener el alojamiento de un ministro una vez que el semanario satírico Le Canard Enchaîné revelara la situación hace diez días y más tarde el diario Le Monde y la revista Paris-Match aportaran nuevos detalles dejándole en entredicho al haber negado que tuviera otras propiedades en París. Entre otras, poseía un piso, de 200 metros cuadrados, en un barrio céntrico, que abandonó cuando fue nombrado ministro de Agricultura en 2002 y que alquiló a un amigo suyo a razón de 2.500 euros.

Es cierto que Gaymard no ha infringido la ley, pero sus excesos han rebasado todos los límites éticos. Tanto, que en plena tormenta de este escándalo Raffarin emitió un decreto fijando en 80 metros cuadrados el tope de lo que pague el Estado, más 20 metros cuadrados por hijo. Ha cometido lo que, por desgracia, sucede en la carrera de no pocos políticos, independientemente de su nacionalidad o su ideología: cuando pisan las alfombras del poder pierden el sentido de la realidad.

Gaymard ha hecho gala de ser hijo de un zapatero de pueblo y de no tener riqueza, lo cual es relativamente incierto, pues posee varias propiedades y se ve sujeto a declaración de patrimonio. Pero, además, al ex ministro le ha jugado una mala pasada la delicada relación que tenía con bastantes miembros del Gabinete y las más que tensas con su antecesor, Nicolas Sarkozy, actual presidente del partido gubernamental UMP, enemigo declarado de Chirac, aspirante al Elíseo en las elecciones de 2007, y del que muchos sospechan que ha podido filtrar el feo asunto a la prensa en un acto de venganza contra el jefe del Estado.

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