La locura cunde en el Sánchez Pizjuán
El Sevilla elimina al Panathinaikos griego con cinco delanteros sobre el campo
El fútbol premió ayer a la locura, a lo inimaginable, a un Sevilla con cinco delanteros sobre el campo que se clasificó para octavos de final tras vencer a un pobrísimo -de juego y espíritu- Panathinaikos . El Sevilla tiene fama de ofensivo en Grecia. En España, de todo lo contrario. A lo mejor le gustó la imagen que le dijeron en Grecia que tenía o, simplemente, se le ocurrió una de esas alineaciones que, si se gana, son un hallazgo del calibre de la penicilina o, si se pierde, te hacen coplas hasta el fin de los días.
Con un línea de cuatro en el ataque, el Sevilla no tuvo los dientes que se suponía. En el primer tiempo, ni Aranda, ni Antoñito, ni Jesuli dispararon a puerta con saña. El Sevilla tuvo oportunidades. Alves se sumó al ataque, ya que ninguno de los integrantes del equipo griego parecía querer hacer nada que no fuera el pelotazo vil. Renato también se sumó al ataque. Y es que la actitud del equipo griego permitió que Alfaro, Ocio y David corrieran únicamente para mantenerse en calor. Una sola jugadilla de ataque, en el minuto 43, fue el logro del ataque del Panathinaikos en la primera parte. Y ni siquiera se tuvo que estirar Esteban. Rácano entre los rácanos, el equipo griego.
SEVILLA 2 - PANATHINAIKOS 0
Sevilla: Esteban; Alves, Ocio, Pablo Alfaro (Adriano, m. 65), David; Martí (Makukula, m. 77), Renato; Jesuli (Darío Silva, m. 73), Aranda, Antoñito y Baptista.
Panathiaikos: Galinovic; Vintra, Goumas, Morris, Kotsios, Münch; Andric, Basinas; Papadopoulos (Gekas, m. 63), Ezequiel González; y Konstantinou (Sapanis, m 76).
Goles: 1-0-M. 82. Makukula. 2-0. M. Adriano.
Árbitro: Tom Henning (Noruega). Amonestó a Galisteas, Konstantinou y expulsó a Ezequiel González (m. 73), por doble amonestación y a Joaquín Caparrós.
Unos 40.000 espectadores en el campo del Sánchez Pizjuán.
La posición de Baptista, escorado hacia la izquierda, fue lo más llamativo de la arrojada apuesta de Caparrós. El brasileño tiene gol. Pero casi sólo eso. Su anatomía potente hiere cuando percute por el centro. Es una fuerza desatada que arrampla con todo. No pinta nada, no añade nada desde la banda
Caparrós aseguró que el pase de la eliminatoria estaba en evitar traicionarse, en jugar como el equipo sabe. Por una razón u otra, el entrenador sevillista ha hecho todo lo contrario a lo que dijo. La suma de delanteros no asegura una catarata de ocasiones, ni siquiera ante un Panathinaikos roñoso y especulador como el que salió a hacer caja con el golazo que Vintra marcó en la ida. Jesuli y Aranda no habían sido titulares durante bastante tiempo y ayer se notó y se explicó. Los muchos delanteros no trajeron ataque casi nunca. El Sevilla jugó la mayor parte del partido con mucha épica y poco fútbol. Todo se entrena hasta las remontadas y Caparrós despistó ayer hasta al utillero.
La segunda parte comenzó como continuación de la primera. Caparrós quemó el quiosco a falta de media hora para el final. Quitó al capitán Alfaro y sacó a Adriano que, además de ser de los que encara, tanto cuando debe como cuando no, devolvía a Baptista al centro del ataque. Puestos a quemar naves, pizarras y demás, el entrenador sevillista sacó al campo a Darío Silva. Desde ese momento, el Sevilla dependía de la providencia, porque no tenía ni la más remota idea de a lo que jugaba. Pero aún hubo más y definitivo. Caparrós quitó a Martí y en su lugar puso a Makukula. Cinco delanteros y ni una sola jugada, ni un solo balón en condiciones. Pero Makukula usó su corpachón para meter gol y la sinrazón se convirtió en proeza. En pleno frenesí, Antoñito hizo lo único bueno en toda la noche y le dejó un balón placido a Adriano que la metió rasa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.