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FÚTBOL | Liga de Campeones: las secuelas del Barça-Chelsea
Columna
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Mourinho y otras hierbas del Camp Nou

Santiago Segurola

Pasó Mourinho por el Camp Nou y se hizo notar. Tiene el ego disparado. No lo oculta. Pero a su equipo le faltó la clase de osadía que Mourinho despliega en los micrófonos. Fue un duelo que reveló dos instintos diferentes de entender el fútbol. El Chelsea especulador frente al Barça generoso.

- Mourinho y el juego gallináceo.

Pasó Mourinho por Barcelona y dejó el inevitable rastro del hombre envanecido, hinchado como un pavo real, con un afán de protagonismo que no se corresponde con el fútbol que predica. En realidad, todo el protagonismo que reclama Mourinho se desmiente con el odioso juego de sus equipos. En nombre de la eficacia está dispuesto a recortar el vuelo del Chelsea hasta una altura gallinácea. Este hombre ha decidido matar a la gente de aburrimiento. Nunca un equipo ha gastado tanto para ofrecer tan poco. Se defiende, contraataca y gana porque enfrente hay rivales que no soportan sentirse miserables. Si el Chelsea pretende convertirse en un grande de Europa tendrá que abandonar su mentalidad de equipito acomplejado y mirarse en el espejo de aquéllos que verdaderamente lo son: Barcelona, Manchester, Madrid o Milan, cuya primera característica es asumir en el campo el protagonismo que se les demanda por su historia, por sus figuras y por su compromiso con la gente. No sólo con su hinchada, sino con la gente. Y no les ha ido mal. Por lo tanto, conviene no utilizar la racanería como coartada de eficacia. Aquí gana y pierde todo el mundo, sólo que en la memoria quedan mucho mejor grabados los éxitos de Rinus Michels, Johan Cruyff o Arrigo Sacchi que el palmarés de todos los Mourinhos que en el fútbol han sido. Y ha habido varios.

- Ronaldinho se ha hecho avaro. Por razones misteriosas, Ronaldinho ha decidido convertirse en un avaro del regate. Todavía joven, con la exuberancia atlética del jugador que se encuentra en el apogeo de su carrera, Ronaldinho juega a jugar, que no es lo mismo que jugar. Ahora se ha empeñado en filtrar pases entre dos, tres, cuatro, cinco jugadores. Es un ejercicio de prestidigitador que comienza a ser temible para el Barça. Primero, porque sin regate no hay desborde y sin desborde no hay manera de aprovechar los costados como se debe. Ronaldinho no desborda por el lado izquierdo desde hace meses. Ni lo intenta. Se sabe que puede hacerlo porque el curso pasado brindó por aquella zona algunos de los momentos estelares de la temporada. El juego de pase está muy bien si agrega la electricidad de los extremos. Frente al Chelsea, el Barça pudo romper constantemente la defensa inglesa si los extremos hubieran desequilibrado alguna vez por pura habilidad. No lo hicieron. Giuly, porque no es un extremo puro. Ronaldinho, porque no quiso. Con otra particularidad preocupante: como todo el mundo quiere ser Ronaldinho, empiezan a salirle demasiados imitadores en el equipo. Ahora todos quieren dibujar el superpase en el microespacio.

- El argentino y la argentinidad. Tiene pinta de alemán y probablemente juega como un alemán, pero es argentino. Eso quiere decir que puede entrar al más exigente de los partidos, y ése fue el duelo con el Chelsea, y no sentirse abrumado ni por el ambiente, ni por la trascendencia del encuentro, ni por sus propias limitaciones como jugador. Esa argentinidad, si así puede definirse la ausencia de complejos en un campo de fútbol, fue decisiva en la victoria del Barça. Maxi López no es un gran delantero centro, pero durante media hora lo pareció. Le añadió al equipo aquello que necesitaba: poderío, percusión y pegada.

- Puyol y el máximo riesgo. El Barça tiene un jugador que sólo entiende el fútbol como un ejercicio de máximo riesgo. Puyol juega en el límite o no juega. Cada una de sus acciones implica un desafío colosal. O gana él o el desastre. Son mayoría las veces que gana en sus acciones defensivas, siempre caracterizadas por un estado de emergencia poco razonable. Porque de la emergencia a la angustia hay un dedo de diferencia. Un equipo no puede vivir tranquilo cuando su defensa central se encuentra tan incómodo en la tranquilidad. ¿Y si volviera al lateral?

- El portero hipotenso. Vemos porteros agitados que convierten a sus equipos en una extensión de su activo sistema nervioso. Son vistosos y queridos por la gente, pero no suelen ser los mejores porteros. Siempre producen un par de errores decisivos por encuentro. Cech, el portero del Chelsea, pertenece a otra raza. Parece que antes de jugar se toma un betabloqueante. Es un guardameta hipotenso. Nada le altera. Es de una tranquilidad apabullante. No contamina a sus defensas con el desasosiego. Fue el mismo Cech antes y después de recibir los goles del Barca. Es decir, una sólida y fundamental referencia en el Chelsea.

- Lampard y Xavi. Los dos son capitales en el funcionamiento de sus equipos. A pesar de su diferencia de estilos y de estar en las antípodas en el plano atlético, los dos tienen algo en común: son jugadores muy concretos en su juego. Xavi tiene un punto más barroco; Lampard ejecuta sus acciones con un minimalismo admirable. Ambos son dos pasadores prodigiosos con un papel fundamental en sus equipos. Todo indica que Lampard es un gran centrocampista, uno de los pocos que ahora destacan en el fútbol mundial. Pero convendría verle más en los partidos. A veces, parece tan sometido a los rigores tácticos de Mourinho que da la impresión de ser un futbolista todavía desaprovechado. Todo lo contrario que Xavi, tanto tiempo por debajo de sus posibilidades y ahora por fin utilizado al máximo de sus posibilidades.

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