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Columna
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Júcar-Vinalopó

Uno ya es viejo y esta discusión sobre el trasvase Júcar-Vinalopó le devuelve a su juventud -bueno, pongamos a su madurez- cuando tuvo que salir en defensa de los regantes del Júcar oponiéndose, no al trasvase Tajo-Segura, sino a su trazado, ya que utilizaba el pantano de Alarcón, propiedad de los regantes valencianos y los usuarios industriales del río. Mezclar las aguas del Júcar embalsadas en Alarcón con las provenientes del Tajo, para desde allí seguir camino hacia el Segura, podría ser causa de no pocos conflictos a la hora de proceder a su distribución. Como así ha sucedido. Fue en 1968, desde las páginas del diario Madrid, donde publiqué varios artículos oponiéndome al proyecto del ministro Silva Muñoz. Ahora nos encontramos con el trasvase Júcar-Vinalopó. Derivar 80 hectómetros cúbicos al Vinalopó supone condenar a muerte al río Júcar. El vicesecretario del PP valenciano, señor Ricardo Costa, sin embargo, exige a Zapatero que garantice los 80 hectómetros y ejecute las obras. Lo primero que tendría que hacer este señor es exigirle al Consell que ejecute las obras de modernización de la Acequia Real del Júcar, a lo que se comprometió en 2001. Esto produciría un ahorro que liberaría caudal de agua para poder trasvasarlo al Vinalopó. Pero, en modo alguno los 80 hectómetros que pide el señor Costa. Y aún así, rebajando esa cantidad a la mitad, y terminadas las obras de modernización del sistema de riegos de la Acequia Real en la Ribera Alta, y de los sindicatos de regantes de la Ribera Baixa, el caudal sobrante para el Júcar sería insuficiente muchas temporadas para cubrir las necesidades de las dos Riberas. Sin contar las necesidades de L'Albufera para su regeneración. Es cierto que en la zona del Vinalopó se necesita agua. Pero también es cierto que al Júcar no le sobra. El trasvase Júcar-Vinalopó no es la solución. Y encima, con las amenazas del presidente de Castilla-La Mancha que asegura estar dispuesto a utilizar todas las aguas superficiales que existen en su comunidad, que tiene preferencia, dice, sobre el agua del Tajo y del Segura. Los valencianos de las dos Riberas del río queremos un Xúquer viu, no una escorrentía de aguas residuales.

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