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Reportaje:FÚTBOL | Ida de los octavos de final de la Liga de Campeones

Duff y Maxi, el 'efecto sorpresa'

Mourinho alinea de forma imprevista al irlandés y Rijkaard desbloquea el duelo con el argentino

José Mourinho hace tiempo que engañó al barcelonismo y ayer tiró de farol otra vez. Le salió bien a medias. Perdió el Chelsea, pero logró su objetivo de regresar a Londres con un gol en la maleta. Aficionado a los casinos, volvió a Barcelona dispuesto a desquitarse ante cuantos le humillaron al ningunearle. Un tipo orgulloso como él nunca perdona. El día que el presidente Josep Lluís Núñez presentó en sociedad a Bobby Robson como sustituto de Johan Cruyff en el banquillo azulgrana, Mourinho salió en la foto vestido con el disfraz de traductor del británico y ocultando su verdadera identidad. Iba para entrenador grande y hasta que se quitó la careta ganándolo todo con el Oporto nadie se dio cuenta.

Regresaba a la que dice que es su casa sabiéndose el técnico mejor pagado del mundo y volvió a mentir. La víspera del duelo dio la alineación titular de su equipo. No estaba Duff, al que descartó por lesión. Mentira. Jugó desde el principio el irlandés y a los 32 minutos apuñaló al Barça en la jugada que valió el 0-1. "Es un tipo muy listo", decían todos los que conocen al portugués de su estancia en Barcelona, incluido Louis van Gaal, que se dejó ver en el palco del Camp Nou. Pesaba la zona repleta de políticos y de entrenadores de prestigio. Al final, no estuvo el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, que suspendió su viaje privado bloqueado por una nevada en Madrid.

Tan pronto como comenzó el espectáculo en el campo, Mourinho organizó otra farsa. Cedió la pelota el Chelsea al medio campo azulgrana y pareció que mandaba el Barça. También era mentira. Por mucho que tuviera el balón durante el 68% de los minutos, todo discurrió en favor de los planes de Mourinho. El portugués manejó los días previos al partido adueñándose de la escena. Y el Chelsea llevó la primera parte al terreno que quería.

Pegó primero el niño mimado de Abramovich, el irlandés Duff, apareciendo a la contra para que el Chelsea marcara el gol que buscaba. Rijkaard, que no se inmutó nunca pese a las provocaciones de Mourinho en los días previos, manejó el partido según el guión que había escrito. En la segunda parte, después de que fuera expuslado Drogba, sacó al campo a Iniesta y Maxi (Buenos Aires, 1984), que resultó ser la sorpresa agradable para el Barça.

Rijkaard, desde el área técnica, instruyó al argentino antes de que pisara el césped: "Sitúate entre los dos centrales y muévete mucho por el campo para sacarles de sitio. Juega como sabes, y tranquilo, porque la oportunidad llegará". Y llegó. Eto'o se la pasó en el interior del área y Maxi, tras un amago con la cintura que descolocó al rival, la cruzó para hacer inútil la estirada de Cech, para empatar el partido, para marcar su primer tanto defendiendo la zamarra azulgrana. "Es importante para el equipo y para mí", resumió el bonaerense.

Maxi llegó al Barça procedente del mercado de invierno y sólo había disfrutado de unos minutos contra el Atlético de Madrid, pero los centrales colchoneros Perea y Pablo, como al resto de los atacantes azulgrana, lo anularon. Pero Rijkaard, con Henrik Larsson lesionado para el resto de la temporada, tenía claro que quería a un delantero que se aproximara al perfil del sueco, un futbolista que supiera bajar el balón, que jugara de espaldas a la portería, que rematase los centros, que abriera huecos con su movilidad. Maximiliano Gastón López fue, finalmente, el elegido. Ayer, en el minuto 66, reivindicó su papel en el Barça. "La confianza del técnico al sacarme en un momento tan complicado me hizo sentir bien", explicó después del partido.

Rojo por el esfuerzo que exigía el partido, Maxi celebró el gol emulando con los brazos a una gallina. Gallina era el apodo, en principio peyorativo, del cuadro millonario -se remonta a 1966, cuando los futbolistas de River, según la prensa por falta de carácter, perdieron la Copa Libertadores ante el Peñarol, uruguayo-, pero luego se convirtió en un apelativo cariñoso. "Lo hice en honor del River, el equipo de mi vida, al que llevó muy adentro", explicó. Pero el tanto también lo festejó con intensidad, con furia, con pasión. Reflejo de su vida, que no ha sido nada fácil. Cuando apenas había cumplido los 17 años, su padre falleció y se tuvo que hacer cargo de su familia. Eran momentos difíciles; no fueron pocas las veces que sólo tenía un café con leche en la mesa antes de ir a dormir.

Anoche, el Camp Nou y Maxi se espolearon recíprocamente. "Nunca había jugado ante 100.000 personas. Es impresionante que tanta gente te envuelva con sus ánimos. Una experiencia muy linda", afirmó.

Eto'o abraza a Maxi López tras el primer gol del Barcelona.
Eto'o abraza a Maxi López tras el primer gol del Barcelona.VICENS GIMÉNEZ
Maxi López canta, entusiasmado, su gol.
Maxi López canta, entusiasmado, su gol.REUTERS

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