La metamorfosis del ganador
Mourinho, un tímido 'alumno' en el Barça,es ahora un técnico tan bocazas como admirado
Louis van Gaal no fue querido por la afición del Barcelona y Bobby Robson no fue respetado, pero el éxito de José Mourinho se basa en su admiración por ambos. Mientras el mundo culé se burlaba del inglés y del holandés -sus acentos en castellano siempre provocaban mucha risa, como también los chistes sobre las supuestas tendencias homosexuales de Robson y las nazis de Van Gaal-, Mourinho se sentaba a sus pies y aprendía.
En sus cuatro años de ayudante en el Barça, fue un tipo muy callado; pero escuchaba mejor que nadie. Prestaba atención de manera tan concentrada que uno no se habría sorprendido si de los oídos hubiera empezado a desprender humo. Así se le veía en grandes comidas con amigos en Sitges, donde vivía. Todo el mundo estaba muy animado salvo Mourinho, que no decía nada, pero que estaba pendiente de todo. Las raras veces que abría la boca era para decir algo breve y puntual. Pero, ante todo, daba la impresión de estar procesando información, analizando, juzgando, asimilando, absorbiendo. Ésa fue su actitud en Barcelona. El Camp Nou fue su universidad y él fue el estudiante modélico. Nunca un alumno triunfó más pronto y de manera más contundente que Mourinho. Lo que ha logrado en el Oporto y el Chelsea ha sido, en un deporte tan caprichoso e imprevisible como el fútbol, milagroso. O eso o es que Mourinho es un genio. Haber ganado dos Ligas portuguesas y las dos grandes competiciones europeas en dos temporadas con el Oporto ya era suficiente para haberse retirado y declarado su vida un éxito rotundo. Pero ahora ha llegado al Chelsea, un club que nunca en su historia había ganado un campeonato inglés, y lo tiene el primero en la Liga, con nueve puntos de ventaja sobre el Manchester United y once sobre el Arsenal.
El inglés es su tercer idioma, pero no deja de hacer declaraciones a veces insultantes
Se ha convertido en otra persona. El inglés es su tercer idioma, pero no deja de opinar, no para de hacer declaraciones tajantes y, si lo considera oportuno, insultantes. Ya se ha metido en más de una ocasión con el viejo dragón rojo, Alex Ferguson, y siempre ha salido ganando. Como cuando se le ocurrió al entrenador del Manchester decir a principios de temporada, a propósito de los miles de millones del dueño del Chelsea, Roman Abramovich, que el éxito en el fútbol no se compraba. Mourinho le contestó que estaba totalmente de acuerdo; que como entrenador del Oporto había ganado la Champions tras eliminar al equipo más rico del mundo, precisamente el United, por lo que entendía exactamente a qué se refería Ferguson.
La semana pasada se metió con la Asociación Inglesa y también con la empresa que invierte más dinero que nadie en el fútbol inglés, Sky Sports. Y así, siempre. No se corta. A diferencia de Rafa Benitez, cuya primera temporada en el Liverpool ha estado marcada por la mesura y la discreción, Mourinho ya es, tras apenas seis meses en el Reino Unido, uno de los personajes más conocidos del país. Ya la gente le está empezando a comparar con Brian Clough, el entrenador más bocazas, pero también uno de los más ágiles de pensamiento, en la historia del fútbol inglés.
Bocazas, pero tremendamente efectivo. Nadie duda de que la transformación del Chelsea se debe más a Mourinho que a los jugadores, de la misma manera que la transformación en su día de un equipo como el Nottingham Forest en bicampeón europeo se debía a Clough. Y por eso la comparación. Porque, aunque hay algunos en Inglaterra que consideran su forma de ser ofensiva, son más quienes lo admiran tanto como lo que en su día él admiró a sus maestros, Robson y Van Gaal.
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