Savall lleva la música renacentista al Kursaal

Cuando Jordi Savall (Igualada, Barcelona 1991) recaló en San Sebastián en agosto de 2004 para hacer un recorrido por la música francesa de los siglos XVII y XVIII, insistió en que España tiene una deuda pendiente con sus músicos. Lo predica cada vez que puede, porque lo siente. Tanto, que lleva cuatro décadas tratando de saldar esa cuenta con su trabajo. Hoy renueva ese compromiso en el Kursaal de San Sebastián con una propuesta centrada en la música renacentista. Savall presentará en directo Encuentro de Músicas de fuego y aire. De la Iberia Antigua al Nuevo Mundo (20.00). Con ella pretende acercar al público los villancicos criollos y los sones y ritmos de los esclavos que navegaban hacia las Indias con nuevos aires musicales. Porque este trabajo es, según resumió hace unos meses en la presentación del disco, "la prueba de las cosas que llegaron a América en el siglo XVI, con influencias mestizas e indias antes de que se notara esa influencia italiana, que fue el estilo dominante en el siglo XVIII".

Savall, fundador y director de varias formaciones, recala esta vez en San Sebastián acompañado de La Capella Reial de Catalunya y Hespèrion XXI -dos de los conjuntos que más satisfacciones le han dado- con un programa esencialmente renacentista que arrancará con La Moresca, pieza instrumental de Pedro Guerrero (Siglo XVI) y concluirá con Negro A 5: Antony a Flaciquia Gasipa, de Frei Filipe da Madre de Deus (XVII). Entre una y otra pieza, el violagambista dirigirá la interpretación de composiciones de Mateo Flecha, Luis de Milá, Gaspar Sanz, Juan Hidalgo, Francisco Correa de Arauxo, Juan Blas de Castro y Joan Arañés, entre otros.

Jordi Savall es uno de los músicos españoles que más ha hecho por la música antigua. Ha dedicado su trayectoria profesional a revisar los archivos para rescatar obras de autores desconocidos, las ha tocado en los auditorios y grabado en discos que han conquistado tanto a la crítica como al público. El músico catalán nunca ha ocultado que tras este trabajo está su sincera convicción de que la riqueza musical de un país se mide "no por la cantidad de obras que hayan escrito sus compositores, sino por la capacidad que haya para valorarlas".