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Columna
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Siluetas

Madrid está intrigado por esas siluetas de dos o más personas que se movían ágilmente de madrugada en un despacho del edificio Windsor mientras el fuego calcinaba las plantas superiores. ¿Quiénes eran? ¿Qué hacían allí precisamente esa noche? ¿Cómo pudieron zafarse de vigilantes, sistemas de alarma sofisticados, bomberos, policía y demás aparato institucional? La imaginación popular se dispara porque aquí hay indicios de peliculón. En los bares se escuchan hipótesis extremosas, mas no por ello improbables. Casi todos descartan echar la culpa a un cortocircuito esquivo. Algunos lo relacionan todo con turbios intereses de altos vuelos. Otros plantean teorías de vodevil tragicómico: una pareja refocilaba clandestinamente, les pilló la hecatombe en pleno éxtasis y no se percataron de lo que se les venía encima. Pero sí huyeron de la quema, ¿cómo lo hicieron?

El escepticismo popular ante este tipo de cuestiones es el que impera en todos los comentarios. La gente es incrédula total y piensa que nunca sabremos la verdad de lo que ocurrió aquella noche aciaga. Es un reto para los investigadores aclarar cuanto antes este oscuro fuego que llena de inquietud a los ciudadanos. Por unas cosas o por otras, Madrid es una ciudad asustada desde hace meses. Además tenemos muchos rascacielos. Andamos por ahí siempre con la mosca detrás de la oreja. La rápida solución de este escabroso incendio sería un necesario alivio para un vecindario cada vez más escamado con las autoridades y con los sistemas de seguridad en la calle, en los edificios, en los transportes, en los alimentos, en todo.

Mientras tanto, la pasarela Cibeles nos ha sugerido estos días cómo ir vestido al trabajo cada mañana. La moda es silueta, o caricatura, de la vida. A lo mejor es que todos somos sombras nada más y esto es un lío imposible que busca la noche. Sea lo que fuere, hay que desvelar cuanto antes qué pintaban en el Windsor aquellas sombras chinescas. Todo va bien menos la metafísica. Las siluetas quitan el sueño a las personas.

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