Kioto, Pujol y la corrección política
El lunes pasado, el ex presidente Jordi Pujol pedía en ESADE que nos interrogáramos,que pusiéramos en duda muchas de esas aparentes verdades que todos acostumbramos a aceptar para no ser tildados de "políticamente incorrectos". Denunciaba Pujol la doble moral imperante que hace que un "político muy importante diga en privado: 'Si no frenamos al movimiento ecologista, el país se encallará'. Pero se da el caso de que este político y los suyos han estado estimulando todo tipo de protestas y plataformas ecologistas contra casi todo". Nos pedía que fuéramos valientes, que huyéramos de lo acomodaticio. Uno de sus puntos de crítica más reiterados fue el movimiento ecologista, "un movimiento que ha producido una ideología extremadamente radical que ha llegado a planteamientos que ni son racionales ni son coherentes y que se han convertido en muchos aspectos y en muchos casos en negativos".
El martes, la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, presentaba un documento avalado por 400 científicos de toda España que nos advierten de los peligros y amenazas que concurren en los alarmantes niveles de emisión de gases carbónicos y los efectos de calentamiento global derivados. Aumento de temperaturas, subidas del nivel del mar y la desaparición de los deltas del Ebro y del Llobregat eran algunos de los elementos que se mencionaron del completo informe (www.mma.es). La rueda de prensa servía de prólogo a la entrada en vigor, ayer, del Protocolo de Kioto. Un éxito relativo de la "diplomacia climática" que en apenas 20 años ha conseguido un impacto sobre la agenda global notablemente significativo. Como siempre, el tratado tiene sus luces y sus sombras. No puede calificarse de radical en sus objetivos. Y permite mantener niveles de desarrollo significativos usando distintos métodos para alcanzar los compromisos: medidas internas de cada país de ahorro energético y de reducción de emisiones, sobre todo en el transporte; un mercado de reducciones de emisiones que permita compensar los desequilibrios territoriales, y la transferencia norte-sur de tecnología limpia.
Las advertencias de Pujol no se sabe muy bien a quién van dirigidas. De hecho, uno de sus mejores consejeros, Josep Laporte, murió en el acto de presentación de un informe sobre el tema. Pero si nos atenemos a las cifras, lo cierto es que España en su conjunto ha aumentado en más del 40% el nivel que tenían sus emisiones en 1990 y que Cataluña, después de 23 años de "incorrección política", alcanza la cifra del 49% (www.sostenible.es). Y nos dicen los expertos que, si seguimos así, en 2010 doblaremos la cifra de 1990. ¿Exageramos? ¿Estamos atrapados por la doble moral que denunciaba Pujol? El presidente de Estados Unidos, sin tantos aspavientos, se apunta a la tesis de la exageración y anuncia que no piensa limitar el crecimiento del país atendiendo a esas razones "catastrofistas". Pero no deben de tenerlo del todo claro sus propios correligionarios, pues el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, acaba de aprobar una muy restrictiva ley sobre transporte y sobre construcción de automóviles que obliga a reducir para el año 2016 las emisiones de dióxido de carbono producidas por los vehículos en el 30%. Por otra parte, la Universidad de Yale realizó una encuesta a finales del 2004 en la que se constataba que sólo el 20% de los americanos creían que el calentamiento del planeta "no es un tema serio", mientras que un 55% consideraba "que existen pruebas científicas al respecto".
Todo hace suponer que en los próximos años iremos comprobando hasta qué punto el camino iniciado ayer acaba teniendo sus efectos en los modelos de crecimiento global. Y las dudas se plantean sobre todo con relación a China y la India. Sus enormes potenciales de crecimiento pueden hacer cambiar de manera decisiva los precarios equilibrios actuales. La estrategia geopolítica de Bush parece situarse, en este punto como en otros muchos, en los viejos paradigmas de desarrollo y, claro está, en la fuerza decisiva de los intereses petrolíferos que tan bien conocen su familia y sus allegados políticos más cercanos. Y no sólo no ratifica Kioto e invade Irak, sino que apunta a Alaska como próximo objetivo de explotación petrolífera. Nuestro presidenciable Artur Mas se apunta a la tesis de la "parálisis" del país provocada por los aparentemente todopoderosos "ecologistas" y nos dice que Cataluña está estrangulando su desarrollo al no avanzar sin remilgos en la creación de infraestructuras.
No es que en Europa podamos estar muy satisfechos con lo conseguido hasta ahora. Y no sólo es un problema de España o Irlanda (los países con peores resultados desde 1990). Toda la Unión Europea presenta problemas graves, y las resistencias de políticos, industriales y consumidores a reducir el consumo energético, las cortapisas de la industria del automóvil para seguir reduciendo los niveles de emisión de los automóviles aludiendo a los efectos que ello tendría "en el empleo y la rentabilidad del sector" (carta de Opel España a Greenpeace, http://archivo.greenpeace.org/clima/empresas/opel.pdf), y los graves problemas que genera el modelo de transporte continental no apuntan a que se pueda alcanzar el objetivo previsto en Kioto. Y como afirmaba a Le Monde hace un par de días el ex presidente de la agencia francesa del medio ambiente y de la energía Pierre Radane, la desregulación europea y las privatizaciones de los monopolios de Estado no ayudan precisamente a mejorar esas expectativas. En ese mar de especulaciones, algunos amagan con que la denostada energía nuclear nos evitaría tantos problemas ya que es una fuente energética "limpia", pero curiosamente olvidan en sus contabilidades ambientales los costes de tratamiento de los residuos que se generan.
¿Corrección política? ¿Práctica del alarmismo? ¿Es el ecologismo el peor peligro para el desarrollo de la humanidad en general y de Cataluña en particular? La fecha de ayer tiene un gran significado. Puede representar un giro significativo en las dinámicas de desarrollo que se han ido siguiendo en el industrialismo. Pero para otros puede ser simplemente una traba más que superar en la imparable rueda del desarrollismo. Mi duda es saber si podremos esperar otros 30 años más para que una conferencia en ESADE nos aclare esos interrogantes vitales.
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