La oposición libanesa exige la salida de las tropas sirias y la dimisión del Gobierno
El Ejército toma las calles de Beirut la víspera del entierro del ex primer ministro Hariri
La incertidumbre y la pesadilla de la guerra civil se apoderan de Líbano. El magnicidio del ex primer ministro Rafik Hariri -que pereció junto a otras 14 personas el lunes en un atentado con coche bomba- ha desatado las iras de una heterogénea oposición, que reclama que Siria, el Estado que tutela cualquier decisión política en Líbano, retire a los 14.000 soldados que tiene desplegados en este país por mandato de la Liga Árabe. Exige también la dimisión del Ejecutivo, encabezado por el prosirio Omar Karami. Y todo ello a tres meses de las legislativas.
La demanda, a la que se había sumado hace escasos meses el propio Hariri, que abandonó la jefatura del Gobierno en octubre, tiene desde ese mes el respaldo de la resolución 1.559 de Naciones Unidas. Los sirios le acusaron de promover dicha resolución. En un comunicado, los líderes opositores, tras una reunión la noche del crimen en la residencia de Hariri, pidieron ayer, además, la celebración de una Conferencia Nacional.
Los dirigentes de la oposición, especialmente el líder druso, Walid Jumblat, culpan del asesinato a Damasco sin ambages. "El régimen libanés está sustentado por Siria. Es un régimen de terroristas. Responsabilizo al régimen policial sirio-libanés del asesinato", declaró ayer Jumblat al diario L'Orient-Le Jour. Tras el magnicidio, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, recomendó a este político que tuviera precaución. En la calle, la mayoría opina lo mismo que el dirigente druso.
En este país mediterráneo, los asesinatos de presidentes y primeros ministros eran moneda de cambio corriente. El líder druso Kamal Jumblat, padre de Walid, fue asesinado en 1977. En 1982 corrió la misma suerte el presidente electo Bachir Gemayel. Y Rachid Karame, primer ministro, pereció a manos de rivales políticos en 1989. Eran los años en que la guerra civil (1975-1990) convirtió al país más próspero de Oriente Próximo en un descampado. Pero el asesinato de Hariri, en tiempos de reconstrucción y relativa bonanza, ha desatado una inquietud política y económica descomunal.
La línea verde que dividió Beirut durante la contienda civil reapareció ayer difusa, sin violencia, un día después del atentado. Los tres días de luto decretados por el Ejecutivo del prosirio Omar Karami y el llamamiento de la oposición a la huelga no concitan el mismo apoyo en las diferentes zonas de Beirut. Los barrios del centro de la capital, poblados mayoritariamente por suníes y cristianos, no parecían los de una ciudad árabe, siempre ruidosas y caóticas. Sólo los vehículos del Ejército, en estado de alerta máxima, patrullaban calles en las que casi todos los comercios permanecían cerrados a cal y canto. En los barrios chiíes del sur de la ciudad el panorama era el opuesto: actividad frenética, atascos y tiendas abiertas. "Están cerrados los colegios, pero los comercios es un asunto particular", afirmó un chií adulto junto a una sede de Hezbolá. Las televisiones locales emitieron sólo música clásica e informativos, mientras la policía montaba incontables puestos de control en toda la ciudad.
Todos muestran temor al futuro. Por ello, si en algo coinciden los dirigentes políticos es en los llamamientos a la calma. El portavoz de Hezbolá en Beirut, Husein Naboulsi, aseguró ayer a este periódico que "la paz civil es una línea roja que nadie puede cruzar". "Los libaneses", añadió, "están convencidos de que nadie quiere volver al pasado. Líbano ha sido el mejor ejemplo de la coexistencia de diversas creencias y haremos lo que podamos para evitar la guerra".
"Todo vuelve a ser oscuro"
Pero hay miedo. Y no escasean los analistas que especulan con un dramático retorno al pasado. "Sin Hariri todo vuelve a ser oscuro de repente", comentaba frente a la espléndida residencia del ex primer ministro Mohamed, un contable que nació el año en que se desató la contienda civil. "Nadie podrá asumir su papel", añadió. Sus partidarios se deshacen en elogios hacia quien fuera primer ministro entre 1992 y 2004, con un breve paréntesis entre 1998 y 2000: "Hariri dio una nueva vida a los libaneses".
Hoy a mediodía tendrá lugar el funeral por la muerte de Hariri en la mezquita de Mohamed al Amin, en el centro de Beirut. Previsiblemente no acudirán los rivales políticos del fallecido dirigente. La familia del ex primer ministro ha rechazado una iniciativa del Ejecutivo para celebrar un funeral de Estado, según destacó a Efe Hani Hamud, consejero de Hariri. "La familia no desea encontrarse en la primera fila de afligidos a los que buscaron su muerte". Una muerte que, según la policía, fue provocada, "casi con toda seguridad", por un terrorista suicida.
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