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SIGNOS

Lombardo evita la banalidad y la autocomplacencia en un poemario

Ginés Donaire

El poeta Manuel Lombardo Duro (Jaén, 1944) acaba de publicar su undécimo libro de poemas, Vivo muy lejos (Ediciones Cuadernos de Genciana), una obra que, a juicio del autor, "no es autocomplaciente, celebratoria, banal ni exhibicionista", sino más bien "un libro escrito desde la necesidad, un rácimo de átomos verbales y de silencios, un poemario duro y anguloso". Lombardo, que el año pasado rompió un silencio editorial de nueve años con Carne de letra y Miserable poesía, ha evolucionado desde la poesía social de sus orígenes, en la línea de Blas de Otero, a otra de corte más individual y sarcástico, y ello por su desencanto ante las soluciones colectivas.

La ironía de la que ahora hace gala el autor define buena parte de sus poemarios. "Es un libro que se ríe de todo, empezando por el autor y su concepto, un poemario de palabras en pie, irreverentes y traviesas, un libro no global ni globalizador, un libro salvaje que se niega a ser domesticado, que no cede a la fascinación de las palabras ni a los excesos de los discursos huecos, mendaces y sangrientos".

Vivo muy lejos está compuesto por 89 poemas, divididos en dos partes. La primera se titula La nada en celo y contiene 42 poemas, y la segunda, Contrasilencio, otros 47. El poemario está prologado, a modo de introducción, por el poema No es posible al final, de Antonin Artaud: "No es posible al final que el milagro no estalle / He sido castigado demasiado / Me he aburrido demasiado en el mundo / He trabajado demasiado para ser puro y fuerte / He perseguido demasiado el mal / He buscado demasiado tener un cuerpo limpio".

Tres décadas

Han pasado ya tres décadas desde que Lombardo publicara su primer poemario, Ahora Blancanieves cojea algunas veces de mi mano. Entre medias de su producción editorial ha publicado numerosos poemas y artículos en revistas literarias y de pensamiento, entre ellas la sevillana Renacimiento, y hace tres años fue incluido en la antología poética Viento de cine, de José María Conget.

Manuel Lombardo se hace eco de la reflexión de Aldo Pellegrini, en el sentido de que la poesía tiene abierta de par en par la puerta para los inocentes y la cierra para los imbéciles. Para el poeta jiennense, "la características del cretino es su aspiración sistemática a cierto orden de poder. El inocente, en cambio, se niega a ejercer el poder porque los tiene todos". Lombardo aboga por que la poesía sea "un acto de rebeldía a favor de la vida plena, libre y amorosa". Y concluye: "Un poema debiera ser algo maravilloso y terrible que estalla entre la soledad, la tinta y el silencio, y nos ayuda a ser y ver de otra manera".

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