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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otegi tendrá que elegir

Batasuna ha optado por presentar a sus más conocidos dirigentes, la mayoría de los cuales están procesados por el juez Garzón, en las listas (virtuales) para las elecciones vascas de abril. Al hacerlo, el partido de Otegi reconoce su fracaso en el intento de forzar su participación presentando unas listas blancas -sin nombres conocidos- ante las que la fiscalía y el Gobierno hicieran la vista gorda.

Esa posibilidad, o ensoñación, estaba relacionada con las expectativas de acuerdo implícito con los socialistas abiertas por algunas declaraciones ambiguas. Tal posibilidad se basaba, a su vez, en un cálculo racional: los partidos no nacionalistas comparten en teoría con Batasuna el interés por que participe esta última formación a fin de evitar la mayoría absoluta del tripartirto de Ibarretxe. Sin embargo, era una ensoñación. Tanto el fiscal general como el Gobierno han descartado cualquier posibilidad de tolerancia con intentos de fraude de ley. En esas condiciones, Batasuna ha preferido jugar con el equipo titular para mantener la presión sobre el nacionalismo, al que emplaza a no convocar las elecciones sin garantías de que ellos podrán presentarse. El objetivo es denunciar la escasa aplicación del PNV a esa tarea con la esperanza de contener así la fuga de votos hacia ese partido.

Con los mismos resultados de 2001, pero sin Batasuna -que obtuvo siete escaños-, el tripartito de Ibarretxe (PNV-EA-IU) obtendría ahora, por reparto de esos escaños, tres más: mayoría absoluta. Ése sería el objetivo mínimo de Ibarretxe; el máximo es obtener esa mayoría en solitario, sin la IU de Madrazo, atrayéndose votantes de Batasuna. Y para atraérselos necesita aparecer como campeón de su legalización. No es, por tanto, una actitud altruista la suya.

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Otegi lo sabe, pero mientras sea incapaz de desmarcarse de ETA sólo le queda intentar minimizar ese trasvase de votos. Ha dicho que la participación no debe considerarse "contrapartida de nada" (o sea, de un distanciamiento de la violencia), sino "una exigencia democrática". Afirmación que suena a puro sarcasmo tras los ataques de las últimas semanas contra locales socialistas y el día en que se ha conocido que el comando de ETA desarticulado el viernes pasado en Basauri preparaba un atentado contra algún cargo público del PP o del PSOE, según la documentación intervenida. ¿Qué democracia podría hacer la vista gorda ante un partido que considera legítimo el asesinato de los candidatos y representantes de las demás formaciones? Otegi tendrá que optar entre desligarse de ETA o de la política.

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