Un domingo cualquiera
El domingo 6 de febrero, en la discoteca Joy Eslava de Madrid vivimos mis amigos y yo unos acontecimientos lamentables. A eso de las 4.30, mientras bailábamos y lo pasábamos bien de manera tranquila, se nos acerca un energúmeno acompañado de un agente de seguridad de la discoteca. Nos acusaba de haber llamado "puta" a su novia (novia que ni siquiera a estas alturas sabemos si existía o no). El de seguridad, lejos de querer poner entendimiento entre las partes, y teledirigido por el provocador a modo de coleguismo inusitado, nos instó a abandonar la discoteca. A uno de mis amigos se le ocurrió preguntar "¿por qué?", y sin mediar palabra el de seguridad le cogió del brazo, retorciéndoselo, y lo arrastró hasta la calle a golpes.
Ya en la calle le cosieron en un instante a puñetazos y patadas, y rompiéndole la camisa de arriba abajo. El agresor huyó cobardemente calle arriba, también el de seguridad, al que no volvimos a ver. Un chico moro que lo había visto todo llamó a la policía. Desde aquí gracias a ese chaval que nos ayudó, al que no pudimos dárselas porque la propia policía amenazó con aporrearle si no se marchaba.
Intentamos denunciar al cuerpo de seguridad de la discoteca, puesto que no teníamos al agresor. Explicamos a aquel policía con aire chulesco todo lo que nos había pasado una y otra vez, y sólo nos respondía con inquietante pasividad que si queríamos denunciar que lo hiciésemos, pero que eso no conduciría a nada. Mientras dábamos las inútiles explicaciones al policía, de reojo podía ver al otro segurata de la disco esbozando una asquerosa sonrisa.
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