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Columna
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Talento

A raíz de las últimas inclemencias climatológicas, la agricultura ha pasado a la primera página de la actualidad. Los intereses agrícolas, ligados a los cítricos, la hortofruticultura, la viticultura, la agricultura ornamental y la industria agroalimentaria, desde hace unos años lo están pasando mal. El caos varietal, la competencia de países con bajos costes, la imprevisión, la inoperancia de los agentes representativos del sector y el vacío de un departamento autonómico que no comparece ni actúa, dan como resultado un desbarajuste considerable en el sector agrario y la desmotivación de los protagonistas.

Vicent Soler, en la introducción del libro que ha dirigido, Economia Espanyola i del Pais Valencià, se refiere al crecimiento económico en Europa de los dos últimos siglos, que no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Este crecimiento, acompañado de cambio estructural, ha visto cómo la base agraria de la sociedad ha sido sustituida, primero, por la industrial y más tarde, por la industria junto con los servicios.

La economía valenciana no ha escapado a ese proceso europeo de desarrollo económico, donde la agricultura pasa a un discreto segundo plano en favor de la industrialización y de la eclosión de los servicios. Capítulo éste variado y plural porque en su apartado se acumulan actividades tan dispares como la construcción, el comercio, las entidades financieras y el mundo del turismo.

Tenemos una ingente tarea por delante que requerirá imaginación, trabajo y talento. Nos hemos dormido en los laureles y se nos han quedado los deberes por hacer. En todos los territorios hay una serie de actuaciones que se han de llevar a cabo, aunque se trate de una labor discreta y resignada, más allá del relumbrón y aquellas otras frivolidades que ayudan a conseguir apoyos electorales. Los políticos sensatos que piensan más en ocuparse del futuro de los ciudadanos que del resultado de las elecciones, saben que todo es importante. Hay que batallar en los dos frentes, uno para conseguir el poder y otro, para comprobar que los contribuyentes tienen más clara la supervivencia gracias a su acción de gobierno.

La agricultura, la industria, el turismo, la tensión de los comerciantes, el comercio exterior y el complicado entramado de las interrelaciones de los valencianos con otras zonas en España, en Europa y en el mundo suponen un panorama en el que hay mucho que hacer. En la resolución de este desafío se nos paró el reloj, cuando nos dejamos deslumbrar por los grandes proyectos. Todo está bien y es muy importante, pero antes que la esfera armilar, por ejemplo, a los valencianos nos interesa tener resueltos otros problemas relacionados con nuestra calidad de vida, la sanidad y la seguridad.

Es evidente que el talento está para conseguir mejores resultados y evitar insatisfacciones colectivas. Recuerdo la euforia injustificada de quien se dirigía a una elección pensando que la tenía ganada. La mayor parte de sus electores le manifestó su respaldo hasta que comprobó que la situación no le era favorable porque se le había agotado el margen de credibilidad que conceden los humanos a sus dirigentes. La confianza es un caudal que se agota, sobre todo, cuando no se pisa la realidad o por el protagonismo de personajes prepotentes y engreídos.

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