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Crónica:FÚTBOL | 23ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Ranieri, contra las cuerdas

Mestalla abronca al entrenador del Valencia, que ofrece otro pésimo partido y pierde ante un intermitente Deportivo

Frío y desenganchado, Mestalla observó una vez más el deprimente guiñapo en que se ha convertido el campeón. En ocho meses, Ranieri ha destrozado un equipo que causó admiración en Europa el curso pasado. Lo ha vapuleado desde todos los ángulos posibles: el físico, el táctico, el técnico... el anímico. Lo ha reducido a escombros. Ayer dio la enésima prueba y Mestalla se dio por enterado. Ya no le ríe las gracias al técnico italiano, sino que pide su cabeza. Más allá de los resultados, el Valencia ha ido dejando el rastro de un hilo muy baboso que ha sido finalmente interiorizado por todos: los jugadores, la hinchada y hasta los rivales. El Deportivo, sin ir más lejos, machacado en la ida de Riazor cuando el Valencia se dejaba llevar por la inercia y por la maravillosa zurda de Vicente. Y que ayer salió de su letargo para recuperar un pedazo del prestigio perdido. No mucho, porque se desvaneció tras el descanso aunque, eso sí, sacó lustre a la brillantez de dos de sus hombres: Tristán, en un soberbio pase de tacón, y Víctor, fulminante en el disparo del gol definitivo.

VALENCIA 1 - DEPORTIVO 2

Valencia: Palop; Carboni, Caneira, Marchena, Moretti (Xisco, m. 78); Rufete (Aimar, m. 69), Albelda, Baraja, Fabio Aurelio; Corradi (Mista, m. 46) y Di Vaio.

Deportivo: Munúa; Manuel Pablo, Andrade, Coloccini, Romero; Sergio, Duscher; Scaloni (Víctor, m. 68), Valerón, Luque (Munitis, m. 61); y Tristán (Capdevila, m. 87).

Goles: 0-1. M. 44. Disparo de Scaloni que golpea en Albelda y bate a Palop. 1-1. M. 51. Centro de Rufete, Mista no remata y Di Vaio fusila a Munúa. 1-2. M. 73. Taconazo de Tristán a Víctor, que rompe el fuera de juego y marca de tiro cruzado.

Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Marchena, Munitis, Capdevila y Romero.

Unos 35.000 espectadores en Mestalla. Se guardó un minuto de silencio por las 18 víctimas del albergue de La Todolella.

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El anfitrión le dio el balón, el campo y las ocasiones de gol. Así que el Depor se decidió a convertir alguna de ellas. Primero fue Scaloni, que arrancó desde su propio campo y descubrió una autopista inesperada. Intolerable para un conjunto, el de Ranieri, que acumula a toda su gente por detrás de la pelota. Lo que demuestra otra vez la máxima: no defiende mejor quien más defensores acumula. Avanzó Scaloni sin que nadie le cazara y su disparo, rebotado en el desesperado Albelda, que llegó tarde, se elevó por encima de Palop. El portero valenciano disfrutó de su primera titularidad en mucho tiempo y sus defensas lo comprometieron gravemente con pases hacia atrás con pinta de asesinos.

No es que el Depor lo hubiera bordado y el aire sombrío de Valerón evidencia el desgaste que sufre este equipo. Se ha vuelto muy vulnerable. Y de ahí el fichaje invernal de Coloccini, para tapar agujeros como el que destapó su compañero Andrade tras un centro desde la derecha de Rufete. La pifia en el despeje del portugués la agradeció Di Vaio, tras el descanso, para marcar su octavo tanto y meter al Valencia en el encuentro.

Ranieri ha desterrado del Valencia el fútbol en el centro del campo. No existe. Sólo juega uno de sus centrocampistas, Baraja, y no es porque toque, reparta y organice. No. Es porque, como posee un gran pase en largo, es el encargado de poner en marcha la única idea que lleva preparada el conjunto de Ranieri. La única. Toda la semana ensayando, a veces con sesiones doble, para esto. Para meterse en su campo, sea el rival el Numancia o el Deportivo, y esperar a que Di Vaio o Corradi aprovechen un envío en largo de Baraja. Con un pequeño problemilla: como nadie se incorpora desde la segunda línea, los dos delanteros siempre quedan en inferioridad numérica. Y en ridículo, puesto que ninguno de los dos se fabrica una ocasión por sí mismo.

A primera vista, es una herejía ver a Carboni, a sus años (39), de lateral derecho. Por él y su excelente trayectoria en el Valencia, y por el equipo. Más todavía si ha de encargarse de uno de los delanteros más rápidos, más potentes y más hábiles de la Liga: Luque. El Depor cargó su juego por ahí. Hizo sangre. O trató de hacerla, primero con Luque y después con Munitis. Y la primera vez que Carboni traspasó el medio del campo, se vio con la obligación de jugar con la derecha, se ofuscó, perdió el balón ante Luque y oyó el lamento desaprobatorio de la grada. Sin embargo, hay que reconocerle a Carboni su espíritu indomable, su capacidad para crecer ante las adversidades, que es lo que logró con el desarrollo del partido. Pero no evitó la derrota.

Es lo que tiene Tristán, el lánguido e indolente Tristán. El genio. Había estado paseándose desganado buena parte del encuentro, hasta que encontró la cita y la hora para desplegar su talento: un taconazo a la espalda de la defensa que dejó solo a Víctor, recién entrado en el campo, ante Palop. El interior derecho definió con maestría: golpeó con el exterior del pie y el balón salió escupido y cruzado a gol. Cuando peor estaba el Depor, la clase de dos de sus históricos lo puso otra vez por delante. Aimar ya estaba en el campo y después saldría Xisco. Ésta es la extraña teoría de Ranieri: dar paso a sus jugadores más luminosos cuando muere el partido. ¿Quiere ganar por aburrimiento?

Corradi y Duscher saltan a por un balón, ayer en Mestalla.
Corradi y Duscher saltan a por un balón, ayer en Mestalla.JOSÉ JORDÁN

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