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Columna
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'Piercing' a Europa

La temperatura filológica ha dejado fritos, en medio de la destemplanza climática, a los secesionistas de toda la vida: la AVL ha descargado todo un dictamen de unanimidades y argumentos tan certeros, que prueban cómo los valencianos hablan la misma lengua que los catalanes. Se ha demostrado así, a golpe de ciencia y paciencia, la unidad de la lengua, y ahora la sinrazón se debate como una pieza mayor abatida en su comedero. Fernando Giner está que se sube por las paredes de la Diputación, y González Pons se ha montado un refugio, en las escabrosidades del país, por si acaso se le embisten; mientras, el president Camps anda el hombre repitiendo lo único que ya puede repetir: que lo que se habla por estas comarcas, se seguirá llamando valenciano, por ver de remendar tanta y tan viva escocedura, entre los regionalistas del PP. El cronista ya relató en estas mismas páginas, y antes de que las sesudas averiguaciones de los académicos armaran tal escandalera, cómo un gendarme motorizado, que lo multó en las inmediaciones de Perpinyà, hace años, al observar la matrícula de su 600, le preguntó: Vosté és d'Alacant? El cronista respondió afirmativamente, y el gendarme le dijo: Doncs vosté i jo parlem la mateixa llengua. Se ve que al gendarme la carretera le puso luz y bien larga, antes que plaza en una muy docta institución, por entonces aún nonata. Y en medio del mosqueo de unos, y del alegrón de otros, nacionalistas y gentes de izquierda y de conocimientos, los más, con eso de la sabiduría en la sentencia, nos hemos metido, como quien no quiere la cosa, en el día de echar el voto en la urna y decirle sí o no o si te he visto no me acuerdo, que siempre es una salida de incendios, a eso que se ha dado el llamar Constitución europea. Pero qué azacanados y qué de historias corren, al aire del más pintado. Naturalmente, el cronista ha seguido las piruetas de los políticos y los ha visto transfigurarse ante unas multitudes más bien huidizas, una militancia poco ardorosa o unos jugadores vespertinos de dominó, para apabullar con un sí, desde la derecha civilizada, tolerante y gabachona de Jacques Chirac -que empujó por Barcelona al referéndum adelantado y español-, hasta la izquierda socialista de Zapatero: vean si no, a Joan Ignasi Pla voceando el articulado de la Carta Magna, como si fuera embutido de Requena, en tanto compite con su adversario de la derecha, en el juego de la alternancia, Francisco Camps, quien, por su parte, le ha jurado a Mariano Rajoy que enjoyará el corpachón de la UE, a su mayor gloria y sin fallo alguno. Para el PSOE, esta Constitución es un trofeo de postín, en el pabellón de caza del poder; para el PP, un curioso tatuaje y un decorativo piercing en las narices de la burguesía mercantil y financiera. En lo que hace a los partidos de izquierda o nacionalistas con escasa militancia, como ni entre todos han podido leerse el tocho, se han quedado con las ciudades, con la Europa de las ciudades y los ciudadanos, sin necesidad de pasearse en Ferrari, como Alfonso Rus, el presidente conservador y extremado, que no sabe nada Pirineos arriba. Pero, usted, a lo suyo: meta su papeleta donde más le plazca de una vez.

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