El 'asesino del naipe' vigiló a varias víctimas, según la acusación
Detalles facilitados por Galán revelan que no mataba al azar
El supuesto asesino del naipe no mata tan al azar como testificó cuando se entregó. Algunos detalles facilitados por Alfredo Galán Sotillo, de 27 años, cuando se entregó en Puertollano (Ciudad Real) han revelado, según algunas acusaciones particulares, que seguía a sus víctimas o que las vigilaba antes de cometer sus crímenes. El testimonio de la dueña del bar Rojas, en Alcalá de Henares, reforzó ayer esta tesis.
La tercera sesión del juicio se centró en los tres crímenes que supuestamente cometió Galán el 5 de febrero de 2003. El primero ocurrió en la plaza del Mar, en el barrio de la Alameda de Osuna (Barajas), donde murió de un disparo en la cabeza el limpiador del aeropuerto Juan Carlos Martín Estacio, de 28 años. Eran las cuatro de la madrugada. El segundo y tercer asesinatos fueron cometidos en el bar Rojas, donde murieron el hijo de la dueña, Mikel Jiménez Sánchez, de 18 años, y la vecina del inmueble Juana Uclés López, de 57. La propietaria, Teresa Sánchez, resultó herida grave.
Precisamente, el testimonio de Sánchez sirvió ayer a las acusaciones para intentar demostrar que Galán vigiló a sus víctimas. La mujer reveló que Galán dio detalles durante su declaración ante la policía que sólo podía saber si había visitado antes del crimen el establecimiento.
Sánchez prestó declaración por videoconferencia por el miedo insuperable a volver a ver al hombre que la tiroteó y mató a su hijo.Teresa Sánchez recordó al detalle cómo ocurrieron los hechos. Su hijo estaba detrás de la barra dibujando el boceto de un grafito en una servilleta de papel, mientras que la clienta hablaba por teléfono. De repente entró Galán en el bar. Iba vestido con unos pantalones vaqueros, una sudadera con la cremallera subida hasta el cuello y unas gafas negras con las que ocultaba la mirada. Se quedó observando a Mikel Jiménez y sacó una pistola Tokarev del bolsillo derecho de la sudadera.
Tras darle varias vueltas en su mano miró al hijo de la dueña. Le sonrió. Igual hizo Mikel. Sin mediar palabra, le disparó a bocajarro. El joven murió en el acto. "Cuando entró, pensé que era un amigo de mi hijo, por lo que seguí hablando con la clienta. De repente, oímos una fuerte detonación", señaló Sánchez.
Después, Galán se giró y empezó a disparar a las dos mujeres. Juana Uclés también murió de un disparo. Teresa Sánchez se tiró al suelo y fue gateando hacia el almacén. El supuesto asesinó le descerrajó tres tiros y la dejó mal herida. "Recibí un golpe muy fuerte en la espalda [pro-cedente del balazo]. Me encogí y me quedé quieta para que pensara que me había matado", explicó la dueña del bar.
El detalle del perro
Galán declaró en Puertollano el jueves 3 de julio de 2003 que en el bar había un perro pequeño marrón. Pero, según la propietaria del local, él no pudo verlo. La perra, de unos seis meses y mezcla de un pastor alemán y un mastín, estaba encerrada en el almacén del bar. La puerta, cerrada con pestillo, impedía ver el interior.
Según la abogada Rosa Stampa, hay varios detalles que refuerzan que Galán observó con antelación a sus víctimas. El bar Rojas se encuentra en una esquina de un jardín comunitario, en la alcalaína calle del Río Alberche. Llegar ahí resulta complicado si no se conoce la zona de Alcalá. Además, la consulta del psiquiatra a la que acudía Galán quedaba muy cerca del local. "Un detalle que nunca sabremos es si Mikel y Galán se conocían. El que ambos se sonriesen resulta sospechoso. Ahora, el hijo nunca le dijo nada a la madre sobre este hombre", comentó la letrada Stampa.
Uno de los momentos más sorprendentes se vivió ayer cuando el abogado del Estado, que está en la causa porque se ha pedido la responsabilidad civil subsidiaria de la Administración central, reconoció que prefería que declararan inocente a Galán. Este comentario vino a raíz de un intenso interrogatorio a que fue sometido un policía de la comisaría de Puertollano. El interrogatorio se realizó antes de que los investigadores de Homicidios de Madrid acudieran al municipio ciudarrealeño.
El abogado del Estado intentó, al igual que la defensora de Galán, Helena Echeverría, demostrar que esa primera comparecencia en dependencias policiales no se ajustaba a derecho. En su opinión, cuando el asesino confesó la autoría de los seis crímenes, deberían haberle detenido y haberle leído sus derechos. Entre ellos está el prestar declaración con un abogado de oficio si carece de uno propio.
La abogada preguntó al policía si Galán estuvo acompañado por su hermano durante la primera declaración. En ésta, un policía tomó notas manuscritas. Con esos datos, el agente llamó a los investigadores de Homicidios y luego se escribió la comparecencia con todos los detalles facilitados por el asesino confeso.
El policía relató que el hermano, Miguel Ángel Galán, se levantó dos veces de la silla al oír el relato del supuesto criminal y comenzó a decir que era imposible que fuera cierto.
"Alfredo siempre mostró una actitud fría, calculadora. La tranquilidad con la que narraba todo lo que había hecho nos hizo pensar que sí era el autor de los crímenes. Además, luego dijo que había marcado las cartas con un rotulador azul. Ése era un detalle que no había sido difundido por los medios de comunicación", señaló el policía.
Cuando la abogada terminó su interrogatorio, tomó la palabra el letrado del Estado. Éste siguió la misma estrategia de intentar demostrar que hubo irregularidades en la detención y en la toma de declaraciones de Galán en Puertollano. El fiscal pidió al presidente del tribunal que cesara esa línea argumental.
Entonces, el abogado del Estado explicó que estaba interesado en que se exculpara a Galán. De esta forma, el Estado también se vería exonerado de indemnizar a las víctimas.
Las acusaciones se quejaron de esta actitud, ya que el abogado se había sumado a la petición realizada por el fiscal de que Galán cumpla 151 años de cárcel. El presidente del tribunal lo dejó pendiente hasta las calificaciones finales de la vista oral.
El abogado del Estado explicó al final de la sesión que se trataba de "un simple comentario", pero que esta medida (el ser declarado inocente) también le favorecía.
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