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Reportaje:

"Quiero volver a jugar"

Hornos encara con fe su lenta recuperación tras el accidente que le puso al borde de la muerte

Diez kilos menos, una larga cicatriz en la cara, los ojos casi arrasados por el cansancio y por un desgarro en la córnea, los pulmones apenas recuperados de un encharcamiento... Sólo 47 días después de su gravísimo accidente de tráfico en su país volvió Germán Hornos a situarse ante un micrófono en la sala de prensa de un estadio, el vallisoletano de Zorrilla. El delantero uruguayo agradeció ayer, con la mirada perdida, las muestras de apoyo, el esfuerzo de los médicos, la esperanza que se le ha transmitido de volver a jugar... Detrás hay una historia corta en el tiempo y larga en la incertidumbre. Se encontró de frente con la muerte en la madrugada del día de Navidad. Había celebrado la Nochebuena con su familia y sus amigos, y también que las cosas comenzaban a funcionarle en España, cuando, de regreso a casa, no controló el coche en una curva y se golpeó lateralmente contra un árbol. Sus tres acompañantes salieron ilesos. Él, no.

Un año atrás, Hornos había llegado al Sevilla, pero se encontró con Baptista y el fichaje posterior de Makukula. Aceptó una cesión por un año al Valladolid, en Segunda, y de nuevo comenzó en el banquillo, a la sombra de los goles de Aduriz. Pero pronto Sergio Kresic, el técnico, los emparejó y terminó por ser imprescindible.

El percance automovilístico cerró en falso una historia que apuntaba al éxito. El azar se alió con él porque el único testigo presente resultó ser un cardiólogo. Fue el primero en atenderle y quien puso en marcha los servicios de emergencia. Sólo una hora después los médicos del sanatorio Comeca de Canelones se aplicaban en su primera operación. Los pulmones estaban encharcados, tenía una fisura en la base del cráneo y un desgarro en la córnea del ojo izquierdo. Se le pasó a la situación de coma inducido para evitar una inflamación del cerebro. Hornos no recuerda nada: "Sé lo que me han contado mi familia y mis amigos, nada más". Las noticias, muy confusas, apuntaban a un desenlace trágico, pero su fortaleza y el desvelo médico regatearon a la muerte.

La recuperación ha sido casi milagrosa. Ni los doctores de Uruguay ni Rafael Ramos, el del Valladolid, esperaban que Hornos pudiese ayer estar en pie atendiendo a la prensa. Antes había visitado en el vestuario a sus compañeros, que no han parado de lanzarle mensajes de estímulo. Incluso algunos fueron sancionados por Competición por mostrar una camiseta con su rostro al celebrar un gol. La prioridad era salvar su vida y en sólo una semana estaba fuera de peligro, pero en el aire pesaba otra pregunta: ¿volverá a jugar? "Ahora me animaría a decir que volverá a las canchas, pero no puedo asegurar si a su nivel de antes", dijo el doctor Mario Cancela en Montevideo a finales de enero. En Valladolid, Ramos y el presidente del club, Carlos Suárez, miran hacia otro lado. "El jugador está muy mentalizado. Tiene ganas de recuperarse, pero es importante hacerlo de forma pausada y a largo plazo. No hay que hacer un recorrido pequeño que sea vistoso, sino pensar en que sea funcional", indica Ramos.

Hornos también elude la respuesta, pero su voluntad le lleva a responder con insistencia: "Quiero volver, quiero volver...". Los problemas a los que se enfrenta ahora son la falta de coordinación y el golpe sufrido en la cabeza. Sus pasos serán los mismos que los de cualquier afectado por un accidente, pero en su caso encaminados a regresar al área de gol de cualquier estadio y con la ventaja, según los médicos, de su fortaleza física, determinante en el final feliz de esta historia.

Suárez ha anunciado que el Valladolid va a pedir al Sevilla que la cesión de Hornos se prorrogue por un año más para que su regreso se produzca en Zorrilla, donde el próximo domingo presenciará el partido contra el Ciudad de Murcia con el ánimo de agradecer al graderío el apoyo recibido en el último mes y medio.

Hornos, ayer, durante su conferencia de prensa en Valladolid.
Hornos, ayer, durante su conferencia de prensa en Valladolid.EFE

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