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INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Un científico español logra mover objetos a distancia con un sistema de control mental

Pienso, luego muevo objetos", es muy probable que Descartes hubiera empleado esta afirmación para describir los trabajos de un investigador español afincado en Suiza, José del R. Millán, especializado en robótica e inteligencia artificial. Millán, que trabaja en el Instituto Dalle Molle de Inteligencia Artificial (IDIAP) ha sido elegido por una conocida revista estadounidense -Scientific American- como uno de los científicos líderes mundiales de 2004 por el proyecto de desarrollo de una silla de ruedas que se desplaza con la sola fuerza del pensamiento. Ya ha conseguido lo que ningún otro grupo había logrado antes: hacer que un pequeño robot se pasee por una maqueta de apartamento con sólo enviarle órdenes mentales.

"Los tiempos de aprendizaje que hemos necesitado hasta el momento son cortos"

En definitiva se trata del sorprendente mundo de las comunicaciones e interacciones entre humanos y ordenadores, o si se quiere entre la inteligencia natural y la artificial, cuyas aplicaciones se centran fundamentalmente en proporcionar un cierto grado de independencia a las personas con distintos grados de parálisis. Sin embargo, muchos ven en este campo posibilidades que trascienden ampliamente la medicina para adentrarse en terrenos propios de la ciencia-ficción.

El planteamiento de Millán es teóricamente muy sencillo, aunque la materialización es cuestión aparte. Se puede decir que el cerebro es una gran bola electromagnética. Cada pensamiento o intención de acción genera una corriente eléctrica y ésta se puede captar a través de un método ya clásico como es el electroencefalograma. El sistema ideado por el científico español pasa por el empleo de un gorro de baño con un diseño muy particular: está adornado con una treintena de electrodos y sus respectivos cables. Tal decoración tiene por cometido capturar las señales eléctricas cerebrales y trasladarlas a la máquina que ejecutará las órdenes. Así de simple y así de complejo.

Las dificultades comienzan cuando el humano y la máquina tienen que encontrar un punto de entendimiento. Por este motivo los sistemas informáticos acaban siendo muy personales, es decir, programados para responder a las órdenes de una cabeza concreta. Cada tarea -ir a la derecha, subir o parar- activa zonas específicas de la corteza cerebral creando un dibujo eléctrico particular para cada acción. Pero "aunque existen mapas genéricos para todo el mundo, la actividad neuronal es fruto de las experiencias de cada individuo", explica Millán desde Suiza. De modo que para que el sistema funcione correctamente "tienen que aprender tanto la máquina como el individuo".

A la especificidad del funcionamiento cerebral se une el hecho de que el cerebro nunca está en reposo, es decir, que está respondiendo simultáneamente a los estímulos internos y externos además de llevar a cabo las actividades cognitivas. "El electroencefalograma te da todo, pero hay una parte que es la intención [de realizar un movimiento o una tarea]" y es esto lo que se captura como orden.

Para lograr alcanzar un lenguaje común es necesario un periodo de aprendizaje, los científicos piden a los futuros amos de la máquina que ejecuten mentalmente ciertas acciones. Así recogen la huella eléctrica de sus cerebros y posteriormente hacen que el ordenador asocie cada una de ellas a un movimiento o tarea precisa. "Los tiempos de aprendizaje que hemos necesitado hasta el momento son cortos. Unos cinco días trabajando sólo una hora y media cada día", explica Millán. Y desde luego cuanto más convivencia entre el humano y la máquina más se van perfeccionando los canales de comunicación en ambos sentidos. "Es como un músculo mental. Cuanto más lo ejercitas, más fuerte se vuelve y más sensible". A esto se añade que "el robot tiene una cierta inteligencia para valorar los obstáculos que se encuentra en el camino sin necesidad de que la persona le esté dando permanentemente indicaciones".

En estos momentos, Millán trabaja dentro del proyecto europeo MAIA cuyo objetivo no sólo es el desarrollo de la silla de ruedas, sino también la creación de un brazo de robot dirigido por el pensamiento que es la base para futuras prótesis. Las posibilidades de estos dispositivos podrían dispararse al introducir una técnica desarrollada por el Hospital Universitario de Ginebra que "permite estimar lo que está pasando en el interior del cerebro", asegura el investigador. El hecho de acceder a esta información "nos permitirá reconocer con mucha mayor precisión los estados mentales así como ampliar el número de ellos que podemos capturar".

En lo que se refiere a los tiempos para que una silla de ruedas dirigida por el pensamiento sea una realidad palpable, Millán opta por la prudencia: "Es un campo extraordinariamente delicado y no queremos generar falsas esperanzas". También por este motivo la mayoría de las pruebas se ha realizado con voluntarios sanos y sólo una se ha hecho con una persona con minusvalía. En cualquier caso, "en 10 años debería estar disponible", dice.

José del R. Millán sostiene el robot junto al gorro con electrodos.
José del R. Millán sostiene el robot junto al gorro con electrodos.IDIAP

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