Ensayos fotográficos
Son dos las novedades fotográficas que destacan estos días en las galerías de arte bilbaínas. Una de ellas se encuentra en el vestíbulo de la sala Rekalde. La presenta Adriá Julia (Barcelona, 1974) y está compuesta por una escueta colección de fotografías y dos vídeos que se proyectan sobre las paredes de la sala. Bajo el título La Villa Basque. Vernon, California, se presenta algunas actividades de un grupo de vascos es esta pequeña localidad al sur de ese Estado por preservar su identidad. Tal como se indica en el díptico promocional, es una aproximación a las formas de vida de "otros". Plantea unos modos de hacer y gestionar la vida diaria de este grupo humano en el contexto americano. Contrapone el esfuerzo por construir un Estados Unidos de América fundiendo en una sola las más diversas culturas que hasta allí llegan y la estrategia a la que recurre el grupo en el que se ha fijado por guardar matices de su origen.
De este crisol surgen imágenes donde encontramos a un dantzari bailando un aurresku con lo que parecen zapatos de claqué, o una mujer vestida con aires y falda de hilandera adornándose con un divertido lazo al cuello de estilo pionero anglosajón. En definitiva curiosos ejemplos de las trasformaciones que se producen en los hábitos y costumbres culturales en un proceso de mestizaje.
La segunda exposición la encontramos en Espacio Marzana. Es una serie de fotografía sobre soporte de aluminio de Carlos Irijalba (Pamplona, 1979). Llevan el nombre de Environment. Es un trabajo resuelto adecuadamente desde los aspectos técnicos donde se pone de manifiesto la versatilidad de la fotografía digital (o la digitalización de negativos). Más confuso resulta el amparo teórico con el que se pretende envolver el producto. Frases como "Las imágenes son metáforas sobre la creación por parte del ser humano de ojos cerrados. Es como un circuito productor en negativo de abismos desérticos cada vez mayores", o la ligereza en el uso de conceptos como "simetría" y "entropía" revelan un empacho de teorías complejas que el joven autor todavía no ha digerido.
Pero dejando de lado las justificaciones teóricas que plantea, algunas de sus imágenes resultan interesantes. Dejando de lado cierto tipo de paisaje demasiado manido -por lo tanto, aburrido-, encontramos novedosas composiciones de edificios. Aislados en el espacio, sobre cielos nubosos, se convierten en una especie de meteoritos con ventanas o, en función de la imaginación de cada uno, en algo parecido a una nave espacial. Son piezas donde el juego de luces resulta excelente, donde el autor da prueba de su capacidad imaginativa y, sin buscar otros despistes, le indican el camino más oportuno a seguir.
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