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VISTO / OÍDO
Columna
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Europa y el español

El referéndum constitucional europeo comienza a tener sentido: el de la película de buenos y malos. Gobierno y gubernamentales quieren que votemos; que votemos sí: se consideran padres del texto. Los aznáridos viven una situación de perplejidad: tendrán que votar "sí" por afinidad con sus hermanos europeos, pero desearían que saliese "no": más, que triunfase la abstención. Su Iglesia parece ambigua, de aquella antigua hipocresía de la que se la culpaba hasta que emitió su carta de apoyo a la rebelión de Franco, hizo de la terrible matanza una "Cruzada" y metió bajo el amparo del palio al asesino. Pasó de "militante" a "triunfante", y es otra vez militante frente al rojo Zapatero. De la ambigüedad de su nota se desprende que una Constitución que no condena homosexuales, abortistas, eutanásicos, divorcistas y el amor libre no debe ser votada por los católicos. Tras la nota, Acción Católica se lanza por su cuenta a pedir el no.

Pero la izquierda y los nacionalistas de izquierda no la quieren: no hace una Europa social, tiende al sistema capitalista, no reconoce los idiomas menores -¿menores?, perdón- ni los derechos de autodeterminación, incluida la separación de los Estados que ahora les absorben. Algunos de los negativos afirman que son europeístas y meten esta confusión interesada que hace que el que vote no o se abstenga aparezca no europeísta. Es injusto. Yo no soy europeísta: soy europeo. Nací en Pozuelo de Alarcón: Europa. Desde entonces he tenido esta sensación de europeo, y la impresión de que EE UU era un fragmento de Europa, y su cultura venía de este cuernecillo de Asia, como decía Paul Valéry. No he cambiado de opinión.

Nunca he dudado de que Rusia fuese Europa. Por otra parte, los ismos no me gustan. No soy ni individualista: soy individuo, y temo que el individualismo fuese también hacia el viejo rebaño. Una asociación de individuos libres es mejor que una fragmentación en idiomas y fronteras. Soy indiferente en cuestiones de Constitución: me gustaría que se restaurase la de 1931 ("España es una nación de trabajadores...": son europeos los americanos o africanos que vienen a trabajar aquí) para poder reformarla. De esta otra estoy muy lejos: la he visto manejar para hacer de ella un instrumento del españolismo y del catolicismo y la monarquía. El problema está en quienes tienen los poderes, no en los renglones escritos.

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