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Columna
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Destellos

Puede sorprender a más de uno que el Bloc Nacionalista Valencià haya optado por el no a la Constitución europea, dada la tradición europeísta del valencianismo y la moderación del partido en las últimas décadas. En un asunto que ha escindido a los nacionalistas de la península de acuerdo con una divisoria entre izquierda y derecha un tanto artificial, la postura del Bloc ante el Tratado europeo tiene escaso interés por sus argumentos. Sí, en cambio, por sus implicaciones estratégicas. En ese sentido, es un destello de inteligencia procedente de donde ya no parecía posible. La postura de los nacionalistas valencianos busca coincidencias con Esquerra Unida para allanar un terreno, el de la política valenciana, donde habrán de encontrar la manera de sumar fuerzas en las próximas elecciones autonómicas, una vez agotado el crédito de la tozudez y la autoafirmación. Se juegan en ello ambas formaciones la supervivencia y una buena parte de los valencianos una alternativa viable a la derecha en el poder. Se añade éste a otros destellos de inteligencia lanzados por los socialistas. Joan Ignasi Pla, sin ir más lejos, supo marcarle a Camps al inicio de curso, en el debate de política general, aunque casi nadie le hiciera caso entonces, los temas que iban a contar; es decir, la España de Zapatero y la Europa de Maragall, o lo que es lo mismo, la reforma territorial, con la modificación del Estatut d'Autonomia, y las relaciones con Cataluña, en la perspectiva de la eurorregión. Para los populares se han convertido ambos hilos en auténticas redes, donde boquean como peces atrapados entre los estertores del victimismo, la división interna y la inoperancia total. Sin inducir a la euforia, pocos le negarán a Pla en los últimos tiempos cierta coherencia y hasta un punto de astucia. Como la de no dejarse llevar a la red de la polémica sobre la Acadèmia a propósito del valenciano. Pese a los intentos del PP, los socialistas se han mantenido al margen, en un escrupuloso respeto a la autonomi´a de la institución, mientras el presidente y su consejero portavoz se hunden en el fango de un infame combate contra la prudencia y la razón.

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