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Reportaje:

Los disfraces salen a la calle

Centenares de madrileños reciben en las calles de Centro a las comparsas que inauguran los festejos de Carnaval

F. Javier Barroso

Las calles del centro de la capital se vieron privadas ayer por la tarde durante unas horas del tráfico infernal que las inunda a diario. El ruido de los motores y la estridencia de los cláxones dejó paso a la música de gran ritmo cari-beño, a disfraces de llamativos colores y a gente con ganas de disfrutar durante el fin de semana. Este desenfreno de bailes anunciaba a bombo y platillo la llegada del Carnaval, que durará hasta el próximo Miércoles de Ceniza con el tradicional entierro de la sardina.

Los primeros actos que se vivieron en la capital supusieron la llegada de varias comparsas procedentes de puntos distintos hasta la plaza de la Villa, donde unas 300 personas aguardaron el pregón, que leyó el actor y humorista Alexis Valdés. Las comparsas eran originarias de diversos puntos del orbe. La primera en llegar fue la de los Vergalleiros de Sarreaus (Ourense). Éste es uno de los carnavales más antiguos y con mayor fuerza visual de la Península. En su origen, los integrantes de esta comparsa llevaban un vergallo, que es una especie de látigo fabricado con los órganos genitales de los bueyes y los caballos, de donde les viene el nombre. Hoy lo han sustituido por un cuerno de vaca o de buey, que hacen sonar para anunciar la llegada de la fiesta. Polainas negras, pompones rojos y calzones de lino de color natural son parte del disfraz. El País Vasco estuvo representado por Tambores de Fuego, a cargo de la compañía Deabru Beltzak. Ésta sacó a la calle un diablo del aquelarre con un séquito de seis percusionistas. Todo ello estuvo regado de grandes efectos especiales, pirotecnia por doquier y un ritmo pegadizo que hizo bailar a más de un espectador por la calle Mayor.

El colorido de China llegó de la mano de un dragón-serpiente de la compañía catalana Artristas. Esta obra tenía 10 metros de longitud, portada por tres actores y acompañada por sones meditarráneos. Los actores siempre llevan en sus espaldas farolillos que representan el Sol. Otros soles desfilan, también llevados por integrantes de la compañía, con una llamativa coreografía.

Sin embargo, los que animaron más a la gente fueron los representantes del Centro Uruguayo en Madrid con su comparsa Las Llamadas, tradicional fiesta del Carnaval montevideano. El origen de estas fiestas se remonta al periodo colonial, cuando los esclavos negros se reunían extramuros y tocaban sus tamboriles llamando a otros esclavos para que se unieran al festejo. Ese ritmo hizo que decenas de madrileños y visitantes del centro de la capital les siguieran desde la plaza del Callao hasta la plaza de la Villa, tras pasar por la concurrida Puerta del Sol.

Los uruguayos estuvieron acompañados por otra sorprendente comparsa: los caporales de Ouro, en Bolivia. Se trata de la manifestación más popular y representativa del nuevo folclore del país boliviano. Los seres diabólicos, las máscaras y los zancudos iban vestidos con trajes bordados con lentejuelas en telas brillantes, blusas escotadas y tacones altos. Todo ello adornado con una coreografía dinámica, sutil y delicada, donde ellos saltaban y ellas se contoneaban.

'El entierro de la sardina'

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La capital madrileña también tuvo su representación con una muestra del Carnaval goyesco, a cargo de la compañía Landen, que recreó los personajes más significativos del cuadro El entierro de la sardina, de Francisco de Goya. Pretendía reflejar la trascendencia que tuvo el Carnaval en el siglo de la Ilustración.

Poco a poco, la plaza de la Villa se fue llenando de gente, aunque ayer no estuvo abarrotada, para oír al artista cubano Alexis Valdés. Eran pocos los madrileños que acudieron disfrazados a esta zona para recibir los días de festejo y desenfreno. Destacaba una pareja de cocineros cuyas gafas estaban hechas con cucharones y tenedores de madera de gran tamaño. También sobresalía el disfraz puramente veneciano de Ángel, un hombre que lleva 20 años disfrazándose en estas fechas. Su traje, con máscara incluida, era rojo y con unas vistosas alhajas. "Lo hizo Julia, una diseñadora de un conocido comercio de disfraces de la capital, cuando se quemó la Fenice de Venecia. Años después, murió ella y siempre me lo pongo en su recuerdo", rememoró Ángel.

El pregonero oficial alabó al Ayuntamiento por "elegir a un mulato" para abrir las fiestas. También se refirió a los días de desenfreno y pasión que están por venir: "¿Saben cuántos nuevos amores nacerán en estas noches de fiesta? Y por consiguiente, ¿cuántos nuevos madrileños concebidos en esta semana?, ¿cuántos nuevos gatos habrá a fin de año?", se preguntó. "Porque en Carnaval hasta los feos tiene éxito... Claro, como se puede llevar máscara...", ironizó.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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