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Reportaje:ARCO 2005

Alÿs, un exiliado curioso

Pocos artistas pueden ofrecer una visión tan intensa de Ciudad de México como la que ofrece Francis Alÿs (Amberes, 1959), con 18 años residiendo en ella. Su clarividencia es la de un caminante irrevocable que ha hecho de las calles de su ciudad de adopción el escenario privilegiado de sus exploraciones y el lugar donde haya los motivos que inspiran sus vídeos, instalaciones y performances. Es un flâneur benjaminiano en el laberinto sin fin de la capital mexicana.

PREGUNTA. ¿Por qué se fue a México?

RESPUESTA. Vivía felizmente en Venecia, pero me llamaron a filas y decidí marcharme. Conseguí curro como arquitecto con una ONG y me fui en 1986 a Mixteca, en México. Cuando terminó mi contrato y todavía con el problema de la mili en Bélgica me vine al DF y me encontré en una ciudad ajena, con mucho tiempo, algo de dinero, ninguna vida social y una cierta curiosidad por el arte. Le di una oportunidad al arte y rápidamente me enganché.

P. ¿Qué papel jugó la ciudad de México en su decisión de dedicarse al arte?

R. En 1989 empecé a jugar el papel de artista, en parte por mi condición de exiliado, en parte porque no podía aceptar ese monstruo que puede ser el DF. Fue la ciudad la que me atrapó en ese papel. Porque no te deja tranquilo. Te obliga a adoptar una identidad para sobrevivir a su caos. Es como ese hombre cuarentón que limpia en el Zócalo los intersticios entre los adoquines con un alambre doblado como un gancho. Ésa es su forma de ser y de estar allí. Gente como él a menudo me provee el pretexto, a la vez cruel y poético, de mis trabajos.

P. Usted, que como artista ha recorrido las calles y las plazas de México y las de Nueva York, ¿qué diferencias encuentra entre ellas?

R. Que yo sepa no hay plazas en Nueva York. La última se la llevó Al Qaeda, cuando volaron las Torres Gemelas. Y sus calles no son más que un medio para trasladarse de un sitio a otro. No es un lugar de representación social como en el DF, donde la calle es el teatro de la ciudad y ofrece, además, una lección magistral de redistribución de los espacios públicos. En el DF cada metro de acera tiene un valor comercial, cada rincón puede ser un potencial objeto de intercambio. Y cuando un coche abandonado o una depresión del pavimento de la calle genera un desvío en el tráfico se produce un lugar que inmediatamente es reclamado por okupas de toda clase. Sea una familia de perros o sea alguien que improvisa un refugio con cartones y alambres.

P. ¿Se considera producto de la globalización?

R. Vivo en una cultura que apenas está llegando a esa cosa llamada progreso o modernidad. Cada problema en su momento. Quizá están aquí todos los ingredientes de la modernidad, pero la ciudad continúa funcionando sobre la base de una economía paralela premoderna.

P. ¿Es un artista multicultural?

R. No pero sí. Sí pero no. Soy flamenco, mi lengua materna es el francés y vivo en México. ¿Eso me hace multicultural? Suena más bien como un pelo en la sopa.

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