Tijuana, frontera del arte
La ciudad fronteriza más cruzada del mundo, Tijuana, nació como una ranchería indígena de frailes franciscanos, fue parcela de encomenderos españoles, campo de batalla de milicias mexicanas y norteamericanas, y abrevadero de libertinos y aventureros gringos. La pecadora Tijuana, el nightclub de los años treinta, sació ansias de libertad, hedonismo y chute, abrió tabernas, casinos, fumaderos de opio y casas de putas, casó parejas al vapor y en la avenida de la Revolución se inauguró la barra de taberna más larga del mundo. Sublevado contra el estigma de la depravación y el narcotráfico, y también contra el muro levantado por Estados Unidos en sus lindes para impedir la inmigración ilegal, un grupo de esforzados salió al rescate. El foro Tijuana, la tercera nación, que apostó por el renacimiento cultural de esta urbe de dos millones de habitantes, instalará en Arco una réplica del muro en el perímetro de acceso al parque ferial del Ifema, comisariada por Marco Granados y Norma Iglesias.
La leyenda negra de la ciudad tardará en desaparecer, pero la contraofensiva está en marcha
"Un acontecimiento cambió
radicalmente el ritmo de vida del poblado: en 1920, el puritanismo norteamericano logró que se promulgara la Ley Seca, prohibiendo la producción y venta de licores en Estados Unidos", señala David Piñera Ramírez, miembro del Departamento de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Baja California. La cercanía de San Diego (Estados Unidos), cuyas garitas migratorias gestionan actualmente 252.000 cruces diarios, facilitó entonces la llegada de legiones de estadounidenses, fugitivos casi todos de una ley que después de 20 años de vigencia dejó más de 30.000 muertos y alrededor de 100.000 enfermos al haber multiplicado el consumo de alcohol metílico clandestino. Pero la Tijuana mexicana, chicana y estadounidense, la wide town city del imaginario y del muro, no sólo fue punto de llegada de Jim Morrison y Janis Joplin, o inspiración de Carlos Santana, The Eagles, Steven Soderbergh o Quentin Tarantino; el esquinado tramo de una frontera común con Estados Unidos de 3.200 kilómetros es también domicilio de gente que no es de ningún sitio, de operarios de maquila, y punto de partida de braceros hacia el sueño americano. A lo largo de más de dos kilómetros, pinturas, murales e iconos del foro acompañan a las cruces de la divisoria, rinden homenaje a la memoria de los caídos, más de 2.600, durante el fallido salto al otro lado. Sobre la canalización del río quedó montada la exposición Grito creativo; en el Cecut (Centro Cultural de Tijuana), El corazón sobre el asfalto, de la española Mónica Roibal, y casi con un pie en México y otro en Estados Unidos, literatos, pintores, músicos o cineastas expusieron su obra o debatieron sobre la identidad de la población fronteriza.
Tijuana es referencia mundial desde el 11-S porque a 30 centímetros del imperio se encuentra esta ciudad singular, un paso fronterizo con 90 millones de entradas anuales. Estados Unidos endureció el cruce de personas porque teme la infiltración terrorista. "Las fronteras separan pero también crean espacios prácticos de entendimiento y construyen puntos de entendimiento que nunca será posible establecer desde Washington y el Distrito Federal", subraya Antonio Navalón, presidente del Consejo Promotor de Tijuana, la tercera nación, patrocinada por las autoridades federales y del Estado de Baja California y la iniciativa privada: desde el Cecut, Telefónica y Santillana, hasta el grupo periodístico Milenio, Coca-Cola y Mexicana de Aviación. Los elementos simbólicos del paganismo aún perduran, al igual que las rayas de cocaína y la patibularia catadura de algunos clientes de los garitos de Tijuana: medallón de oro al pecho, pantalón ceñido, sombrero vaquero y ceño amartillado. El hampa fue casi la dueña de Tijuana y aún lo quiere ser. Pero la cultura, las artes y una convivencia más integradora despuntan con el esfuerzo del grupo de empecinados. En tan sólo 100 años de vida, pasó de posta de frontera a ciudad capaz de absorber a cientos de miles de emigrantes que se quedaron porque no pudieron alcanzar Estados Unidos o encontraron en Tijuana un destino aceptable. Los panelistas de La Tercera Nación, los ensayistas y escritores, Carlos Monsiváis o Javier Velasco, entre otros, incidieron sobre las características de una fusión cultural, a veces contradictoria o vacilante. La muestra es polémica y la leyenda negra de Tijuana tardará en desaparecer, pero la contraofensiva está en marcha. El objetivo del equipo implicado en el renacimiento cultural, que trae el muro a Ifema proclamando que ningún muro detiene las ideas, es encontrar el alma y construir el futuro de Tijuana. El reto es revertir el augurio de la prostituta consultada por el corrupto policía estadounidense Hank Quinlan en la película Sed de mal (1958), de Orson Welles, filmada en esta frontera. "Léeme el futuro", le pide el agente a Tanya. "No tienes ninguno", le respondió la ramera.
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